Laudel Camacho Ricardo: En Cuba, los presos sobreviven gracias al apoyo de los familiares

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Por: Leonardo Fernández Otaño

Laudel Camacho Ricardo (55 años) es un opositor y ex preso político cubano actualmente residente en EEUU. Desde el estado de Texas, recuerda las cinco veces que cumplió prisión en Cuba, todas por razones políticas, aunque el régimen cubano las haya disfrazado de delitos como “desorden público”, “atentado” o “sabotaje”. “En Cuba“, dice, “a todos los opositores pacíficos nos fabrican delitos con el fin de enviarnos a prisión”.

Aunque es natural de Manatí, Las Tunas, Camacho también pasó por prisiones de otras cuatro provincias, incluyendo La Habana, a más de 600 kilómetros de su familia. En todas, presenció y vivió en carne propia torturas, maltratos, condiciones de vida degradantes y violaciones constantes de derechos humanos y carcelarios, algo que, resalta, suele ser peor en el caso de los presos políticos. “El preso que más se manifiesta, que muestra más firmeza dentro de la prisión, es el que más castigos recibe”.

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad en años recientes y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿Cuántas veces estuviste en prisión?

Cinco. Entré a prisión en 1992, por cuatro años, por estar en desacuerdo con el servicio militar. Después, en el 2000, me dieron dos años y medio por “desorden público”, y otros dos a partir del 2006, por lo mismo. En el 2010 me sancionaron a cinco años por “atentado”, por una supuesta escupida a un capitán. Y la última vez fue del 2016 hasta el 2022, por escribir unos carteles detrás de una estación policial en mi municipio, Manatí.

¿En cuáles prisiones estuviste?

La mayor parte del tiempo estuve en la Prisión Provincial de Las Tunas. Pero también pasé por Agüica (Matanzas), Guamajal Hombres (Villa Clara), Combinado del Este (La Habana) y Canaleta (Ciego de Ávila).

¿Por qué tan lejos de tu provincia?

Nunca me explicaron. Pero cuando llegamos a la prisión de Guamajal Hombre les escuché decir que por ser yo “un contrarrevolucionario”. Eso lo hacían también con otros presos políticos, para que las familias pasen trabajo, se molesten con nosotros o nos abandonen.

¿Crees que esos centros estaban acordes a tus condiciones y procesos penales?

No. Primero porque yo nunca fui preso por cometer crímenes o delitos, sino por mi manera de pensar. Entonces, no tenía por qué estar preso con delincuentes de alta peligrosidad. Y lo otro es que yo caí preso por primera vez con 22 años en la Prisión Provincial de Las Tunas, cuando a las personas de 30 años para abajo que no habían cometido crímenes graves solían enviarlas a centros menos severos.

¿Cuándo ingresabas en prisión te informaban tus derechos?

Nunca. Yo lo exigía, porque me los violaban constantemente, pero su respuesta era que mientras yo mantuviera mi posición en contra del Gobierno, ellos respetaban mis derechos cuando quisieran. De hecho, en el año 2020 estuve cerca de un año sin visita familiar.

¿Te sentiste discriminado en prisión?

Sí, por problemas políticos. Fui discriminado, ofendido, maltratado, amenazado y sujeto a torturas físicas y psicológicas.

¿De qué torturas estamos hablando?

Había un método de tortura que se llamaba “el número ocho”. También estuve hasta ocho horas en la cama turca, que consiste en poner al reo con los brazos y las piernas abiertas y esposadas arriba de una cama de hierro, como si estuviera crucificado, y la cabeza también amarrada, para que no pueda moverse. Allí tenía que hacer incluso mis necesidades fisiológicas y durante todo ese tiempo no me daban ni agua. Otras veces nos ponían “shakiras”, y en tiempo de frío, sobre todo, nos sentaban con poca ropa en una silla de hierro, con las manos esposadas atrás y un aire acondicionado a temperaturas bajas. También me golpearon. Lo que más se ve en la prisión es maltrato físico, psicológico y verbal por parte de los carceleros, especialmente contra los presos políticos.  

¿Quiénes te hacían eso?

El jefe de la prisión, el teniente coronel Ángel Echavarría Vega; el jefe de cárceles y prisiones, Leandro García Pena; un jefe de turno de apellido Santiesteban, un carcelero muy agresivo al que llamaban “el Chino Balmaseda” y el teniente Jorge Luis García, que alcanzó los grados dando golpes. Aunque son pocos los oficiales dentro de las prisiones que no lo hacen.

¿Fuiste interrogado por agentes de la Seguridad del Estado?

Sí, muchas veces. Ellos tenían un cuarto preparado para eso. Allí había trozos de cabilla y de palo. Cuando llegaba, me decían que escogieran con cuál prefería que me golpearan. Los interrogatorios siempre los hacían tres o cuatro oficiales y el trato era inhumano. Me amenazaban constantemente con mandarme a matar o enviarme a un destacamento con personas de conducta violenta. En Las Tunas, uno de los agentes de la Seguridad del Estado que más se dedica a realizar ese tipo de torturas y tratos inhumanos, especialmente contra presos políticos, se llama Marcos Peña.

¿Estuviste en celdas de aislamiento?

Muchas veces, porque denunciaba a través de llamadas telefónicas las condiciones de vida infrahumanas en que se encontraban los presos. En otra ocasión, estaba en Las Tunas, en una celda en la que no podíamos dormir por la cantidad de chinches que había. Por la mañana, estaba todo lleno de sangre. Un día llegó un jefe y nos pidió que matáramos las chinches en el piso, para no ensuciar la pared. Le dije que era un desalmado y le pregunté por qué no mandaba a fumigar las celdas, ya que éramos personas igual que él. Me mandó a una celda de castigo por seis meses. Eran estrechas, de unos tres metros y medio de largo por uno y medio de ancho, con poca ventilación y luz y sin condiciones. Nos quitaban el colchón a las 5:30AM y no nos lo entregaban hasta las 9:30PM. A las 11:00PM pasaba un pelotón de guardia con trozos de cabillas para supuestamente cerciorarse de que no estábamos rompiendo los barrotes ni nada para fugarnos, pero en realidad era un plan de hostigamiento.

¿Las autoridades toman en cuenta el criterio de los médicos antes de sancionar a un recluso a aislamiento?

A mí nunca me llevaron donde un médico. Y aunque lo hicieran, los médicos siempre decían que los reclusos estaban capacitados. Ellos cumplen las órdenes y los reglamentos de la dictadura, pierden la ética médica y profesional.

¿Podías acceder normalmente a los servicios médicos?

Yo vi a presos que, cuando ya no aguantaban los dolores, daban golpes en el piso para llamar la atención de los guardias. Por eso muchos enfrentaron juicios por “desorden penitenciario”. Y en vez de asistencia médica, les daban golpes. Venían cuatro o cinco esbirros, los esposaban, les daban bastonazos y los llevaban a rastras para el consultorio, donde nunca les creían que estaban enfermos. Varios murieron por eso. Otras veces les inyectaban agua para que se fueran satisfechos para sus celdas.

O sea, que supiste de muertes dentro de la prisión.

Sí. También había gente que se suicidaba por falta de atención médica, porque les quitaban sus derechos y beneficios, porque se desequilibraban mentalmente, porque no soportaban la tortura y el rigor de la prisión, porque eran involucrados en determinados hechos y preferían suicidarse antes que ver aumentadas sus condenas.

¿Estaban garantizados los medicamentos?

Eso es por gusto. Ahí adentro hay mucha corrupción. Casi todas las medicinas que asignan para las prisiones, que son bien pocas, las enfermeras se las llevan para venderlas en la calle. Es muy difícil obtener medicamentos en la prisión. Casi siempre uno depende de que los familiares los compren y se los lleven.

¿Conviviste allí con personas discapacitadas o con enfermedades graves?

Sí, esas personas no cuentan con nada en la prisión. Si no fuera por los familiares, que hacen un esfuerzo sobrehumano; o por personas solidarias como nosotros, que nos solidarizamos, se morían en la prisión, como les pasa a muchos. Recuerdo a un señor de 60 y pico de años, que había cometido un delito común, nada grave. Tenía diabetes, problemas de presión y otros, y tenía que andar en una silla de ruedas.

¿Había reclusos con poder disciplinario sobre otros?

Los guardias utilizan a los presos de conducta criminal y sangrienta para dominar a la población penal, para dar golpes y humillar a los presos; y mucha gente se somete porque no quiere perder su vida, como ha ocurrido. Los que colaboran con la dictadura, los que informan sobre lo que hacemos los opositores y presos políticos, son los que reciben mejor trato. Pero en general los presos comunes también son maltratados. Muchos son solidarios con nosotros, porque saben que defendemos sus derechos.

¿Te ofrecieron la posibilidad de trabajar en prisión?

No, nunca. Por lo general, eso no funciona con los presos políticos. Sí había presos comunes trabajando en el patio, en la cocina, repartiendo comida. Pero nunca supe si les pagaban. En Cuba, los presos son mano de obra barata, esclavos al servicio de la dictadura. Por eso al régimen le conviene tener muchos presos y sacarlos para los campamentos, porque allí trabajan casi como esclavos, prácticamente sin pago.

¿Con cuántos reclusos convivías usualmente?

En los destacamentos debe haber de 100 a 120 personas, pero casi siempre pasaban de las 200. En las celdas debían convivir seis personas, pero vivíamos entre 20 y 24. Algunos tenían que dormir en el piso porque no había camas ni colchones.

¿Cómo eran las condiciones generales allá adentro?

La iluminación y la ventilación eran escasas, y el tamaño de las celdas, reducido. Las duchas no existían. Lo que había era un tubo pegado a la pared y un baño turco para hacer las necesidades. El agua venía de presas y estaba llena de churre. La ponían diez minutos por la mañana y después por la tarde, para que uno recogiera un poco y se pudiera bañar, aunque muchas veces no alcanzaba. Pero a veces pasábamos hasta tres o cuatro días sin agua. Los colchones eran de hierba o cualquier cosa que les metieran. Una vez al mes nos daban un jabón de lavar, una máquina de afeitar, esas cosas, aunque en los últimos tiempos ya no daban nada. Los familiares tenían que suministrarnos todo. En Cuba, los presos prácticamente están sobreviviendo gracias al apoyo de los familiares, porque la dictadura los trata como animales y no le importa si se mueren de hambre, de enfermedades, las condiciones en que viven.

¿Podías realizar ejercicios físicos al aire libre?

Cuando estaba en celdas colectivas, cada diez o 15 días nos daban una hora en un soleador pequeño, de no más de 100 metros de largo por 30 metros de ancho. Algunos presos corrían, hacían planchas, pero no había ningún tipo de equipo para hacer ejercicios.

¿Qué hay del agua de tomar y la comida?

La comida era insuficiente, a veces estaba elaborada con productos en estado de putrefacción y no tenía ningún valor nutritivo. Las bandejas tenían hasta moho. Y el agua no era potable

¿Practicas alguna religión?

La cristiana, pero jamás me dieron el derecho de recibir asistencia espiritual.

¿Tenías comunicación regular con tu familia?

Yo estuve hasta cinco y seis meses sin derecho a comunicación telefónica ni nada.

¿Presentaste alguna queja durante el tiempo que estuviste en prisión?

Eso es por gusto. Yo vi a familiares dirigirse a la Dirección Provincial del Ministerio del Interior (MININT) a presentar quejas por golpizas contra sus hijos, y nunca castigaron a nadie ni abrieron investigaciones ni le dieron asistencia médica a las víctimas.

¿Te entregaron en tiempo y forma los documentos relacionados con tu proceso?

No. Además, a mí siempre me negaban la asistencia. Mi familia contrataba un abogado y cuando llegaba el día del juicio el abogado no se presentaba, o bien les devolvía el dinero dos días o tres antes y decía que lo sentía mucho porque que no podía defenderme porque yo estaba relacionado con actos de contrarrevolución y eso podía traerle problemas. En varias ocasiones no me dieron la libertad cuando me correspondía, sino seis, siete u ocho meses después de haber cumplido la condena.

¿Tu familia sufrió algún tipo de represalias por tu encarcelamiento?

A mis hijos les dijeron que no podían seguir en sus respectivos trabajos debido a que yo era un contrarrevolucionario.

***

Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.

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