Pedro Albert Sánchez: En prisión “me sentí discriminado por no coincidir con la ideología comunista”
Por: Centro de Documentación de Prisiones Cubanas
Pedro Albert Sánchez es un profesor cubano de 67 años conocido desde 2019 por su activismo político en redes sociales. Participó en las protestas del 11 de julio de 2021 (11J), cuando fue detenido por unas semanas y se inició un proceso en su contra. En noviembre de ese mismo año, fue encarcelado en la prisión Combinado del Este, donde estuvo hasta octubre de 2022, cuando las autoridades le dieron un cambio de medida por su estado de salud.
Esta entrevista fue realizada mientras Sánchez estaba en su casa, en condición de libertad limitada, medida que le fue revocada en diciembre de 2023 por, según la excusa de las autoridades, reunirse con personas que buscaban subvertir el orden constitucional del país. Desde entonces, Sánchez se encuentra recluido en la Prisión 1580, en La Habana, cumpliendo lo que le resta de los cinco años de privación de libertad que le impuso el Tribunal Municipal Popular de Habana del Este por participar en las protestas del 11J.
Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad en años recientes y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.
¿Cuándo fue la primera vez que usted se manifestó públicamente?
En 2019 hice una directa de Facebook a la que llamé “Proclama espiritual desde La Habana”. Por eso me detuvieron un día. Después me sometieron a un ciclo de interrogatorios en Villa Marista. Me citaban una o dos veces a la semana y me ocuparon el teléfono, que me lo devolvieron pasados tres meses.
Después, fui detenido el 11 de julio de 2021. Estuve diecinueve días detenido. Me soltaron bajo fianza. El 3 de noviembre de 2021 volví a ser detenido en Guanabacoa por anunciar una caminata en apoyo a la marcha que Yunior García y Archipiélago habían convocado [para el 15 de noviembre], y porque expresé en la calle que yo no era comunista. Para llevarme al Técnico de Alamar me esposaron con las manos detrás y me metieron en un Lada, con la cabeza dentro de las rodillas. Después me acusaron de desacato y todo lo que aparece en la sentencia. Por eso estuve preso casi un año, hasta octubre [de 2022, en la prisión de Valle Grande, en La Habana].
¿A qué distancia de su domicilio se encontraba la prisión?
A alrededor de 20 kilómetros. Para muchos familiares era bien caro y difícil viajar hasta allá.
¿Allí tuvo acceso al reglamento de prisiones? ¿Le informaron sus derechos?
Cuando llegamos a la prisión nos dieron a conocer el reglamento: el derecho a una visita cada 18 o 20 días, el teléfono, el patio… Pero para saber cómo podíamos hacer reclamos, dependíamos de los familiares y los abogados. Dentro de la prisión había limitantes. Yo preguntaba por qué no teníamos derecho a que nos juntaran a todos [los presos políticos] en un colectivo, como le llaman ellos. Además, los “casos de [la Operación] Dignidad”, que fue el nombre que nos pusieron [a los presos políticos del 11J], no podían estar al frente de ningún cargo. Un delincuente de cualquier tipo, un atracador, un abusador lascivo, podía ser jefe de galera, de disciplina, de colectivo, pero nosotros no.
¿Fue interrogado en la prisión por agentes de la Seguridad del Estado?
Sí. En sentido general, todos fuimos interrogados de algún modo.
¿Cree que la prisión estaba acorde a su edad y su sanción?
No hay condiciones para que los seres humanos estén allí. En la enfermería, por ejemplo, había una ducha que no servía. Los tomacorrientes tenían los cables destapados, a expensas de un corrientazo. Para tomar agua había que darle los pomos a los que trabajaban ahí, para que ellos te los llenaran cuando pudieran. Es decir, la infraestructura y la base material de vida es pésima.
Inicialmente, a mí me llevaron a una galera para las personas mayores, donde se supone que están los viejitos, aunque también muchos jóvenes, por distintos motivos. Había también enfermos mentales, locos. Tuve una bronca, de golpes, con uno de esos locos. Me agredió en el baño. Gracias a Dios logré dominarlo. El que estaba de limpieza también intervino.
¿Con cuántos reclusos convivió usted allí?
Yo pasé por barracas y galeras diferentes, pero el estimado siempre era de 80 hombres, más o menos. Las literas eran de tres pisos, a 40 centímetros una de la otra.
¿Dispone la prisión de Valle Grande de condiciones adecuadas de ventilación e iluminación?
Había buena ventilación en dos compañías. Hay otra que tiene mucha humedad, sobre todo por la filtración. Los que duermen en la parte de arriba tienen mejor ventilación, porque abajo no es adecuada. La iluminación creo que era aceptable.
¿Cuántos baños había?
En la galera 3, que era para los viejitos, había cuatro duchas. Era una de las mejores en ese sentido. Algunas duchas botaban agua sin parar, otras cerraban a medias. Había un lavamanos, un inodoro y cinco turcos. El agua se ponía por la mañana y un rato por la tarde. Teníamos que bañarnos apurados y llenar los tanques para no quedarnos sin agua.
¿Cómo era la calidad del agua?
Habría que averiguar si lo que llegaba allí era agua potable.
¿Y cómo es para bañarse?
Se usan calentadores inventados por los presos, pero cuando pasan los guardias te los quitan. Hay que bañarse con agua fría todo el año. En la enfermería es igual.
¿Cada cuánto tiempo se limpiaban las celdas y los baños?
Los reclusos tenemos que hacerlo todo. La limpieza es diaria y, una vez a la semana, una limpieza general en víspera de la visita.
¿Los médicos realizaban inspecciones respecto a la higiene y el aseo de los establecimientos?
Junto con la inspección de limpieza venía un médico. A las compañías que resultaran ganadoras por la limpieza les daban llamadas por teléfonos el fin de semana. Era como una emulación.
¿Les facilitaban artículos de aseo?
El aseo se da mensual. Un aseo que no alcanza, pero alivia. El jabón y el papel higiénico estaban funcionando. Cada uno o dos meses te daban un tubo de pasta. Pero cuando había un brote de sarna, no había con qué combatirla. Los instrumentos para la limpieza los daban por la mañana y por la tarde.
¿Podía usar ropa personal o le impusieron un uniforme?
Allí exigen el uso del uniforme de preso. Te dan dos uniformes y ropa usada que a veces no te queda bien. Uno mismo tenía que lavarlo todo, por supuesto. De ropa civil, admitían que te pusieras un pulóver debajo del uniforme cuando tenías visita, ibas a la enfermería o a hacer deporte. Vi a dos reclusos vestidos de blanco por cuestiones religiosas. Pero cuando yo me quité el uniforme por rebeldía, no me permitieron usar la ropa civil que tenía, ni que mi hijo me llevara otra. Me dejaron en calzoncillos en la celda de castigo.
¿Se le suministraba ropa de cama limpia?
Igual que con los uniformes: lo que te toque. A mí me dieron una colcha con treinta huecos por colillas de cigarro. No pude cambiarla hasta después de tres meses. Y la sábana, la que te toque. Puedes tener una mejor si se la cambias a un preso que tiene una buena y se va.
¿Qué tal era la comida que les daban?
La calidad no era buena, por falta de condimentos. Y la cantidad, siempre muy por debajo de lo que necesita un ser humano. Había que complementar con lo que te llevaran los familiares. Por la mañana, alrededor de las 7:00, te daban el desayuno: un jugo que estaba más cerca del agua con azúcar y un pan, o pancito, que después pasó a ser medio pan. Entre las 11:00 y las 2:30, el almuerzo; y por la tarde temprano, a partir de las 5:30, la comida.
¿Padece usted de alguna enfermedad?
Tengo cáncer de próstata. Por eso pasé un tratamiento oncológico, incluida las radiaciones y los sueros que se ponen en el ombligo. También padezco de colitis ulcerativa crónica.
¿Los atendieron allí por estas enfermedades?
De la colitis no tuve problemas. Sí tengo que hacerme un análisis cada seis meses por el cáncer de próstata, y durante ese año no me llevaron al médico. El análisis me lo hicieron tarde, cuando faltaban 15 días para el turno, y el resultado lo recogí pasados dos meses. Gracias a un preso que trabajaba en la enfermería supe que el PSA estaba bien. Pero nunca me llevaron al turno oncológico. Me llevaban una historia clínica que actualizaban, pero sin que me viera el especialista que tenía que verme.
Fuera de eso, ¿cómo es el acceso a los servicios básicos de salud dentro de la prisión?
En el caso de la galera de los viejitos, llamaban de vez en cuando para hacerse un chequeo. Para ir al puesto médico, el guardia se podía demorar, pero en general te dejaba salir. Una vez me pusieron un empaste que se me cayó antes del mes. Cuando estuve plantado las dos primeras veces me vio la psicóloga en la prisión. Cuando estuve hospitalizado en el Hospital Nacional, me visitó una psiquiatra.
¿Era satisfactorio el acceso a los medicamentos?
No, para nada. A veces no los hay.
¿Convivió en la prisión con personas que tuvieran alguna discapacidad?
Había reclusos con problemas mentales. Algunos están en un estado tal que no deberían estar en prisión. Había uno que se desnudaba, se defecaba, tumbaba las bandejas en el comedor. En la enfermería, otro cogió una muleta y empezó a darle muletazos a todo el mundo. También conocí a un señor que estaba inválido. Llevaba un año y medio y no le habían hecho juicio. No tenía familiares que pudieran hacer por él. Lo llevaron para la enfermería, pero allí las condiciones eran las mismas que en las barracas, o peores. Ahí no hay ninguna diferenciación para las personas con problemas o discapacidades.
¿Podían estudiar, practicar deportes?
Ahí está establecido que cada cierto tiempo se juega pelota entre las mismas unidades. A hora del patio, los más jóvenes, sobre todo, cogen una pelota de baloncesto si la encuentran y la tiran ahí dos o tres veces. En el caso de la compañía de los viejitos, como le decimos nosotros, empezaron a sacarla tres días a la semana a caminar, realizar ejercicios de estiramiento, de relajación. Eso era lo que hacían.
¿Se sintió discriminado en la prisión?
Me sentí discriminado por no coincidir con la ideología comunista.
¿Cree que el tratamiento a los prisioneros cambia de acuerdo a algún criterio?
Al inicio sentía un trato despectivo por parte de los guardias: Decían: “Ustedes son de los tirapiedras”, “ustedes van a tumbar al Gobierno”. Pero eso después se fue acomodando. A mí me trataron con respeto porque supe ganármelo, por mi edad, por mi conocimiento de la pedagogía. Pero en cuanto me plantaba, ya era otra cosa. Las primeras veces que me planté, las oficiales y las psicólogas me trataban con cierto cariño. Pero en las siguientes ya me mandaron para una celda [de castigo] en calzoncillos, porque me había quitado la ropa de preso. Entonces sí se me discriminó. Cuando estás tranquilito no hay discriminación, pero en cuanto te sales de ese conformismo, eres un ente raro.
¿Cómo son las condiciones en las celdas de castigo?
Son fuertes. En la celda hay una plataforma de cemento de dos plantas, porque se supone que puede haber dos presos. Tenía un colchón sin sábana, pestilente, con olor a humedad, ya podrido. Te lo recogen temprano, de madrugada, y te lo devuelven a las 10:00 u 11:00 de la noche. Al lado, un turco, un desagüe, una ducha. Y ya. Aquello tenía 1,40 x 2,50 metros, más o menos. Y los mosquitos puede imaginárselos, porque la prisión está en el campo.
¿Algún médico certifica si el recluso está en condiciones de soportar la celda de castigo?
En mi caso, las primeras veces los médicos no la autorizaron por mi edad y mis dos enfermedades crónicas. Pero la cuarta vez, cuando renuncié a mi condición de preso y reclamé todos mis derechos, sí [dijeron que] estaba apto para la celda de castigo.
¿Supo de alguna muerte o intento de suicidio de un preso bajo custodia del Estado?
Estando yo en la enfermería falleció, a los tres días de haberlo llevado para el hospital, un recluso que estaba plantado. Un hombre relativamente joven, quizás no llegaba a los 50 años. El otro fue un señor que estaba muy enfermo de cáncer y al que le habían dado la condicional. Lo llevaron al hospital y falleció. Son los casos que tuve más cerca.
¿Usted o algún conocido fue llevado a juicio disciplinario en la prisión?
Cuando estuve plantado, me llamó el jefe de orden interior, o algo así, y me levantó un acta disciplinaria, pero yo no la firmé.
¿Los oficiales de prisión le colocaban cadenas, grilletes o camisas de fuerza a los reclusos?
En sentido general, te esposan y te ponen las llamadas “shakiras” (esposas en manos y pies) para determinadas cuestiones: sacarte de la celda, llevarte al médico, a juicio. Está dentro del protocolo. En dependencia del momento, te esposan con las manos delante o detrás.
¿Presentó usted o alguien que conozca alguna queja formal por estas situaciones?
El Día de las Madres de 2022, dos guardias abofetearon a tres reclusos porque estaban tomando vino. Yo no estuve de acuerdo con eso y reclamé inmediatamente. A los pocos días se sentaron conmigo y me dijeron que no les habían dado golpes a los reclusos. Trajeron a dos de ellos. Uno era un muchachito noble del 11J que, delante del segundo jefe de unidad me dijo: “No, a mí no me dieron”. Así de sencillo, para que los padres vean a qué están expuestos sus hijos en prisión.
También reclamé al Consejo de Estado, incluso después de estar en la calle, pero me pasan al Ministerio del Interior, que tampoco da respuestas. En prisión solo me “atendían” cuando me plantaba. Inmediatamente venía un teniente coronel a entrevistarme y tratar de persuadirme de que me desplantara.
¿Cómo es la convivencia general de los reclusos dentro de la prisión?
En cualquier galera es muy difícil que pase un día absolutamente en calma. Siempre hay alguna discusión, algún altercado. Si se producen actos violentos, pueden levantarse causas dentro de la prisión.
¿Diría que el sistema carcelario cubano tiene una perspectiva que prioriza la protección de la sociedad y la reducción de la reincidencia?
Para el caso de los presos políticos y los del 11J, todas las perspectivas están perdidas. Lo están a nivel de país. Creo que no hay perspectiva de por qué se tienen presas a esas personas, que no representan ningún peligro para la sociedad. Esas medidas emanan de un temor de la cúpula por las cosas que puedan ocurrir. La cúpula teme que, de admitir las manifestaciones pacíficas, se le vaya a terminar su mandato.
¿Usted tuvo acceso a los documentos concernientes a su caso?
Yo tuve acceso realmente a mis documentos cuando me llegó la petición fiscal [a los siete meses], que era una fabricación ilimitada de causas inventadas. Después, [el proceso] siguió demorándose. Hubo una incertidumbre muy grande hasta que comenzaron los juicios.
¿Tenía comunicación regular con su familia y allegados?
No me privaron de ese derecho, excepto cuando estaba en la celda de castigo. Estando plantado en la enfermería, tenía la posibilidad de hablar con mi hijo, pero renuncié a ella como mismo renuncié a todos los beneficios.
Usted no cumplió íntegramente su condena…
Yo fui sancionado a cinco años, pero como hice cuatro huelgas de hambre y en la última ya estaba prácticamente en condiciones de morirme, ellos decidieron que la sanción la cumpliera en casa, sin internamiento. Pero sigo preso.
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El 22 de noviembre de 2023, después de más de un año en reclusión domiciliaria, Pedro Albert Sánchez fue detenido cuando intentaba entregar una carta a Eamon Gilmore, Alto Representante de Derechos Humanos para la Unión Europea, quien realizaba una visita de trabajo en el país. Días después, las autoridades cubanas revocaron su condición y lo encarcelaron en la Prisión 1580, en La Habana, donde se encuentra actualmente. Desde entonces, Sánchez ha iniciado varias huelgas de hambre. Sus familiares han denunciado falta de información sobre su estado de salud.
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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.