Entrevistas

Lázaro Yuri Valle: “Cuba no reconoce tener presos políticos, aunque en persona te dicen que sí”

Por: Leonardo Fernández Otaño

El 15 de junio de 2021, el periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca, entonces de 59 años, fue detenido por publicar en su canal de Youtube un video donde se ve a un grupo de activistas cubanos lanzar octavillas políticas en la intersección de Zanja y Galiano, en La Habana. Las octavillas exigían elecciones libres, democracia, libertad para los presos políticos y el cese de la represión, así como llamados al pueblo a protestar. 

Menos de un mes después, el 11 de julio de 2021, Cuba vivió las mayores manifestaciones antigubernamentales de su historia, que dejaron un saldo de cientos de prisioneros políticos. Para esa fecha, Valle Roca llevaba varias semanas totalmente incomunicado en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado en La Habana. Era apenas el comienzo de casi tres largos años de prisión política, la mayor parte de los cuales cumplió en la prisión de máxima seguridad Combinado del Este.  

Valle Roca fue liberado el 7 de junio de 2024 y forzado a exiliarse en Estados Unidos. Desde Pensilvania, donde reside desde entonces con su familia, cuenta su experiencia de represión como prisionero político en Cuba, que dejó no pocas secuelas en su salud.

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas para registrar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿De qué lo acusaron para encarcelarlo?

De propaganda enemiga de carácter continuado, por el lanzamiento de octavillas con pensamientos de Martí y Maceo, próceres de las luchas independistas cubanas; y de resistencia, esto último porque en la estación varios policías me lanzaron escaleras abajo, hacia los calabozos, y me golpearon por negarme a firmar un documento según el cual yo estaría de acuerdo en renunciar a hacer noticias, así como a mis principios e ideales. 

¿Cuánto tiempo en prisión le pedían por eso?

Me sancionaron a cinco años. No encontraron elementos y era un desprestigio muy grande sancionarme a más tiempo, sobre todo porque había organizaciones internacionales abogando por mi situación, ya que estuve casi 30 días plantado, cinco de ellos sin tomar agua, por lo que se me colapsaron los riñones y la presión se me puso en 200. Cuando me liberaron [el 7 de junio de 2024], me faltaba una semana para cumplir los tres años en prisión. 

¿Qué pasó luego de la detención?

Ese mismo día, el 14 de junio de 2021, me llevaron para Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado en La Habana. Ahí estuve plantado, asediado, hostigado. También estuve más de cincuenta días incomunicado. No me dejaban ver a nadie ni recibir nada de lo que mi esposa me llevaba. Entre septiembre y octubre me llevaron para el Combinado del Este, que es la prisión cubana de mayor seguridad. Me dejaron solo en una celda que normalmente alberga a treinta personas, hasta que a los treinta días me pasaron para el Edificio 3, donde estuve cerca de un año y medio, y luego para el Edificio 2, de mayor rigor.

¿Le informaron sus derechos en estas prisiones? 

No. De hecho, me quitaron al primer abogado que tuve, que sí fue a visitarme, y lo sacaron del país. Estuve sin abogado hasta el día del juicio, que me lo celebraron al año y pico de estar preso. Tampoco había nada como para que uno supiera sus derechos. Uno se va enterando por lo que le dicen los demás presos, si te lo quieren decir. 

¿Le entregaron en tiempo y forma los documentos relacionados con su proceso?

No, me conculcaron mi derecho al debido proceso por bastante tiempo. Incluso, no querían que hablara en el juicio. Pero yo ya había hecho mi defensa y mi esposa se la había mandado a una abogada de Estados Unidos que llevaba mi caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ella me hizo varias sugerencias y yo le agregué otras cosas.

¿A qué distancia está la prisión de su domicilio?

A varios kilómetros. La prisión está fuera de la ciudad, después de Guanabacoa, y mi esposa y yo vivíamos en Nuevo Vedado. Además de que la situación para hacer los viajes era bastante engorrosa. Tenía que alquilar un carro que costaba 6.000 pesos ida y vuelta para llevarme un saco lleno de cosas, porque ahí no dan casi comida. Los presos se alimentan fundamentalmente de lo que les llevan sus familias.

¿Cómo era el día a día en la prisión?

A veces nos sacaban un día sí y uno no al patio. Otras nos sacaban todos los días, pero entonces podíamos hablar por teléfono solo dos veces a la semana. En el patio podíamos hacer un poco de planchas, abdominales, caminar al sol, esas cosas. 

¿Podría describir las condiciones de la celda?

Solo en la celda, que era aproximadamente de 7×5 metros, éramos treinta personas. De acuerdo con las Reglas Mandela y otras reglas internacionales, las celdas deben tener literas de dos pisos. Allí eran de tres. Estábamos hacinados. Teníamos solamente dos baños, sin tazas, sino con turcos, letrinas. Uno tenía que usar el mismo cubo con el que descargaba para guardar agua con la que bañarse, lavarse las manos, la cara. Horrible. Allá no puedes calentar agua para bañarte. Yo reclamaba que me la dieran caliente por mi problema de catarro y bronquitis, y nada. Cada dos meses nos daban un jabón de lavar, uno de baño y un tubo de pasta. 

¿Podía usar ropa personal en la prisión o solo un informe? 

Solo el uniforme que te dan, que es de mala calidad. Aunque yo me negué a usarlo cuando me revocaron la sanción. Me dijeron que me iban a golpear y yo les dije: “pueden hacerme lo que quieran, pero voy a andar en cueros”. Al final anduve vestido de civil alrededor de seis meses. Antes me habían robado la ropa de civil y un anillo que llevaba cuando entré al Combinado del Este. Lo estuve denunciando durante mucho tiempo pero los dieron por perdidos. 

¿Se sintió discriminado en la prisión? 

Todos los presos políticos somos discriminados en Cuba por nuestra forma de pensar. Cuba no reconoce tener presos políticos, aunque en persona te dicen que sí, que ellos saben que eres un preso político. Por eso nos ligan con los presos comunes y captan a algunos de ellos para que trabajen con órganos represivos como el DTI, en coordinación con la Seguridad del Estado.

Su trabajo es vigilarte, asediarte, burlarse de ti, hostigarte, provocarte, para que te busques un problemas y ellos puedan crearte otra causa. Ha habido presos comunes que se han cortado ellos mismos y señalado a algún preso político como el culpable, y a ese político, sin haber hecho nada, le han echado tres, cinco años más. 

¿Cree que hay prisioneros que reciben mejor trato que otros?

Los presos comunes no tienen una convicción política como nosotros. Algunos tratan de estar con estos órganos represivos para bajar sus condenas o que los saquen a los campamentos fuera de las prisiones. La misma policía tiene a sus presos de confianza. Los ponen como “disciplinas” de la compañía o del piso. Les dan privilegios y poder para que mantengan el orden dentro de la prisión, les pasen información y amenacen a los demás. 

¿Fue interrogado por agentes de la Seguridad del Estado mientras estuvo recluido?

Sí, en varias ocasiones, por protestar y por sacar escritos. Me reclamaban por qué yo escribía lo que escribía. Venían dos o tres de ellos a decirme que no sacara más papeles, que le dijera a mi esposa que se estuviera tranquila, que podía meterse en problemas, que yo podía ser apuñalado o golpeado por un preso, que ella podía aparecer muerta y violada en cualquier parte, ese tipo de amenazas. También me hacían requisas para que no sacara papeles de la prisión. 

¿Hubo más tratos hostiles además de los que ya ha mencionado? 

En Villa Marista estuve en una celda completamente tapiada, sin poder ver nada afuera. Después sufrí todo tipo de torturas psicológicas. No me llevaban al médico, no me daban agua caliente. Un día, después de que me dieran el pase, que aproveché para visitar a algunas personas, la Seguridad del Estado me tiró al Segundo Jefe del Combinado del Este, un pinareño de nombre Ayren Frontela Frías. Un día me preguntó por qué no me paraba en firme cuando él pasaba. Le dije que yo no era militar ni le rendía culto a ningún hombre. Entonces me ofendió de palabra, me llevó para una oficina y me agredió físicamente. Después de eso me revocaron un año.

¿Le colocaron alguna vez esposas u otros medios para inmovilizarlo? 

Cuando mi mujer iba a visitarme, me sacaban esposado con “shakiras”, o sea, con esposas en las manos y los pies atadas a la cintura; y acompañado de un perro. Las esposas no me las quitaban. Así tenía que saludar a mi esposa.

¿Convivió con alguien que tuviera alguna discapacidad o necesidad especial? 

Sí, cómo no. Los puedes ver en los cuartos pisos de cualquiera de los tres edificios del Combinado del Este. Viejos de setenta y pico, ochenta años, a los que tienen que bajar cargados para coger el sol.  Los tiran en el patio como si fueran sacos de papas. Se tienen que arrastrar por toda la compañía para poder ir al baño, porque no pueden moverse. También hay loquitos, gente con discapacidad mental, que gritan “¡comida, comida!” hasta que les dan un poquito de comida y luego los cogen para burlarse.

¿Cómo funciona la atención médica en el Combinado del Este?

Ahí nadie tiene garantizado nada. No hay medicinas, ni siquiera aspirina. A mí solo me daban el enalapril para los problemas de la presión y la hidroclorotiazida para orinar. Incluso las jeringuillas son viejas, las agujas descabezadas. Tienes que formar tremendo problema para que te lleven a la enfermería. Cuando mi esposa me llevaba las medicinas tenía que dejárselas a los de la Seguridad del Estado ahí y se quedaban uno, dos meses, sin que me las entregaran.

¿Qué impacto tuvo eso en su salud?

Adquirí varias dolencias y enfermedades en la prisión. Según el dictamen que me hizo un médico, tengo una esclerosis en la aorta, una desviación en el tabique -debido a una golpiza que me dio el Segundo Jefe del Combinado del Este-, problemas de alergia, de los pulmones, una bronquitis crónica y un problema de la vista en un ojo. 

¿Las autoridades médicas llevaron registro de todo ese historial médico? 

Ellos llevaban mi historia clínica pero cuando mi esposa trató que me dieran la licencia extrapenal por motivos de enfermedad, la vaciaron completamente. Una historia clínica que era amplia de repente no tenía nada. Lo sacaron todo antes de llevarme a Medicina Legal para que me negaran el beneficio.

¿Le ofrecieron la posibilidad de trabajar estando en la prisión?

Me la ofrecieron cuando estaba en el campamento de mínima seguridad, imagino que por los reclamos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Parlamento Europeo. Se me acerca el que estaba de Jefe de Campamento y me dice que uno de la Seguridad del Estado le había dicho que me buscara trabajo. Le dije que a mí me habían puesto hacía años una marca de “CR”, contrarrevolucionario, por lo que no trabajaba. De hecho, cuando yo llegué a Cuba después de graduarme de Periodismo por la Universidad Internacional de Florida, en Estados Unidos, fui al Centro de Prensa Internacional a acreditarme y me dijeron que no por haberme graduado en Estados Unidos y ser un contrarrevolucionario. Así que yo no le trabajo al gobierno Cuba. 

¿Practica usted alguna religión? 

Sí, soy cristiano y practico la religión afrocubana. En la prisión pedí asistencia religiosa y me dijeron que eso tenía que aprobarlo la Seguridad del Estado, cosa que no sucedió nunca. 

¿Tuvo acceso directo a agua potable en la cantidad y calidad necesaria?

No. Cuando venía el agua la teníamos que recoger en un tanquecito, pero era agua estancada de una laguna que hay cerca. No estaba tratada. Por eso allí los tratamientos para los parásitos son constantes.

¿Qué hay de la comida?

De 90 gramos de arroz que nos daban al principio, los bajaron a 40. A veces venía con un ratón muerto, o con una lagartija, como me la encontré yo. Una vez dieron una harina de maíz llena de cucarachas. El potaje era un agua con un pedazo de calabaza o de cualquier cosa. El picadillo, que es lo que más nos daban, parecía una diarrea, con una peste tremenda. 

¿Alguna vez le privaron del derecho a llamar por teléfono? 

Todo el tiempo que estuve en Villa Marista. Y cuando llegué al Combinado del Este, al menos durante los primeros dos meses, tenía que llamar con los guardias ahí, delante de mí. Escuchaban todo lo que hablaba y me decían que no podía mencionar esto o lo otro. 

¿Sus familiares y allegados sufrieron algún tipo de represalia mientras estabas preso? 

A mi esposa le quisieron poner una inyección vencida en el Clínico Quirúrgico. Al amigo que la llevaba le tiraron un carro encima, que hasta tuvieron que operarlo del tobillo, y le robaron la moto. Tuvo que pagar después para recuperarla. En el aeropuerto, reunieron a todos los que fueron a despedirnos y les dijeron que no mantuvieran más vínculos con nosotros porque podían hasta ir presos.

¿Cree usted que las autoridades penitenciarias tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y en libertad, así como a evitar la reincidencia de los reclusos, como debería ser su objetivo?

Claro que no. A ellos no les importa nada de eso. Casi todos los presos del Combinado del Este han estado ahí dos o tres veces. Salen y a los pocos meses vuelven a entrar. Y hablo de gente joven.

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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.

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