Alejandro Garlobo: Si eres preso político, los guardias “a veces van a verte con la orden de golpearte”
Por Leonardo Fernández Otaño
Alejandro Garlobo es un activista cubano y ex-preso político conocido por gestionar ayudas para prisioneros políticos, familiares de estos y otras personas necesitadas. Por esta razón, ha sufrido acoso y represión por parte de las autoridades cubanas, sobre todo después de julio de 2021, marcado por las mayores protestas antigubernamentales de la historia cubana.
En febrero de 2023, la Seguridad del Estado le dio un ultimátum de 90 días para abandonar el país. Debido a su decisión de no exiliarse y, en cambio, seguir realizando labores de ayuda humanitaria, fue detenido el 2 de marzo de 2023. Tras varias semanas en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado en La Habana, fue enviado a la prisión de máxima seguridad Combinado del Este, donde estuvo hasta noviembre de 2023, cuando fue liberado bajo fianza.
Su juicio, celebrado el pasado 3 de octubre de 2024 a puertas cerradas y sin garantías de respeto al debido proceso, quedó concluso para sentencia pese a la falta de evidencias y testigos en su contra.
En esta entrevista con el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC), Garlobo repasa su experiencia en el Combinado del Este, donde evidenció en primera persona la impunidad con la que cuentan las autoridades penitenciarias cubanas pese a sus múltiples violaciones de derechos humanos.
Cuéntanos cómo fue tu detención en marzo de 2023.
El 1 de marzo de 2023 hicieron un operativo afuera del pueblo donde vivo, San Felipe, en Quivicán, Mayabeque, y me condujeron para la estación de policía de Quivicán, donde me tuvieron por tres o cuatro horas. Al otro día tenía una citación en San Miguel del Padrón, pero al salir de la casa y doblar la esquina vi que habían montado otro operativo. Me tuvieron un rato en la policía de Quivicán y de ahí me llevaron directo a Villa Marista (sede de la Seguridad del Estado en La Habana), donde me tuvieron alrededor de 40 días.
Al principio quisieron involucrarme en una causa que no tenía nada que ver conmigo —que incluía incendios de cañaverales y puesta de carteles antigubernamentales—, hasta que se agarraron de que yo trabajo con una organización no gubernamental, Prisoners Defenders, y ayudo a presos y sus familiares, para acusarme de “otros actos contra la seguridad del Estado”. Me pedían seis años. Estuve preso nueve meses, hasta que un fiscal nuevo dijo que yo no debía estar preso y me pusieron una fianza. Pocos días antes del juicio —celebrado el 3 de octubre de 2024— fue que pudimos ver el expediente. Entonces cambiaron todo y me acusaron de revelar secretos concernientes a la seguridad del Estado, algo imposible ya que no soy militar.
Esos nueve meses los terminaste de cumplir en el Combinado del Este.
Cuando salí de Villa Marista me tuvieron casi un mes en un hospital psiquiátrico, y de ahí me llevaron para el Combinado del Este, a pesar de que el primer abogado me había dicho que debía tocarme Valle Grande. Primero estuve en el depósito, después en el “47”, que es donde están los presos con cadena perpetua; y más adelante en el edificio 3.
¿Cómo eran las condiciones allí?
En el depósito éramos 33 personas y prácticamente no teníamos espacio. Eso estaba lleno de chinches, de mosquitos. Las galeras están pintadas de blanco y la cal te daña mucho la vista. El agua es muy escasa. Una vez estuvimos quince días sin agua. Normalmente la ponen dos veces, por la mañana y por la tarde, media hora. Cada cual tenía su pomo para llenar y después tomar de ahí, aunque uno no sabe de dónde viene esa agua, que llegaba turbia, con muchos microbios. Los únicos que usan agua caliente son las personas mayores con condiciones críticas. Para el resto, es fría. Allí había un solo baño con dos turcos (letrinas) y un tanque de agua para toda esa gente. Por mucho que uno limpiara, siempre había peste. En el “47”, que es el piso más grande del Combinado, había 367 presos: violadores, asesinos, secuestradores. Hay de todo allí.
¿Te sentiste discriminado allá adentro?
Por mi opinión política, pero no por los presos, que en general me dieron apoyo y consejos; sino por la policía. A los presos políticos siempre los llevan hasta atrás: les quitan el pabellón, las visitas, el teléfono, el patio; y por cualquier bobería. El trato no es igual . Es violento. Al punto de que a veces van a verte con la orden de golpearte.
¿Fuiste violentado por parte de los oficiales de la prisión?
Sí. La primera vez que me mandaron a celda de castigo, un oficial me puso las shakiras atrás. Te estiran los brazos hacia arriba, en forma de carretilla, de forma que no ves nada. Así pueden hasta lanzarte escaleras abajo. Además, cuando estás con las shakiras en los pies es muy difícil caminar y a veces ellos te ponen traspiés. Me pasó varias veces. También fui golpeado. Una vez me separaron del colectivo, ya tarde en la noche, y me dieron una mano de golpes que me oriné, porque perdí el conocimiento.
Otra vez, tempranito en la mañana, me echaron la culpa de unos carteles que alguien puso, me llevaron para una celda de castigo y me volvieron a golpear, a tal punto que cuando desperté me habían puesto un suero, que me lo quité, porque yo no lo había autorizado. Después me contaron que me dieron tantos golpes que perdí el conocimiento y hasta me defequé. Luego supe que quienes me habían golpeado eran oficiales de la guarnición que se hacen llamar Aníbal, Yanquier, Manito y Andrés López.
¿Puedes presentar quejas cuando pasa algo así?
Puedes, pero no va a pasar nada. A los oficiales que me agredieron los ascendieron de cargo a los pocos días. A ellos les importa un bledo lo que te pase.
Mencionaste que estuviste en celda de aislamiento. ¿Cómo es allá adentro?
Yo estuve dos veces en celda de castigo, quince días cada vez. Ahí prácticamente no puedes caminar ni estirar los pies. Una peste y una humedad terribles. Tienes una camita de concreto y un turco que en mi caso siempre estaba tupido, lleno de excrementos. Cuando estaba plantado no podía orinar ni hacer mis necesidades. Hay ratones, cucarachas. Y como está todo tapiado, es muy oscuro. Pierdes la noción del tiempo. Si la comida para los presos es poca, imagina cuando estás en aislamiento. Te dan un jarrito de agua hasta que ellos se acuerden. Si un preso político está plantado, un médico va a verlo prácticamente todos los días, porque ellos sí le dan importancia a eso, no les conviene que se forme algo grande con ellos. Pero a los presos comunes sí los dejan tirados ahí hasta que están muriéndose. Ahí todos tus derechos son violados, no tienes ningún tipo de atención.
¿Supiste de alguna muerte o intento de suicidio en la prisión?
Sí. Está el caso del Negrón de Jaco, una persona mayor de más de setenta años que murió sin asistencia médica. También estuvo el caso de Jeankarlos López, un muchacho de 21 años que estaba preso por un tema de drogas y era asmático. Un día antes de morir, la abogada le dijo que él ya tenía que estar en libertad, parece que la policía no había llevado sus papeles. Esa noche —30 de mayo de 2023— le empezó a faltar el aire y falleció de un paro respiratorio. Cuando los guardias aparecieron ya estaba muerto. También estuvo el caso de “Camagüey”, un hombre que vino en una lancha a buscar a sus hijos y desgraciadamente cayó preso. Le pidieron 25 años. Falleció después de llamarme y decirme que no le estaban dando la asistencia médica que había pedido por sentirse mal. Otra persona se quitó la vida porque le habían pedido 35 años pese a no tener pruebas contra él y toda la familia se había ido para afuera.
¿Tenías comunicación regular con tus familiares y allegados?
Sí, salvo cuando estuve en celda de castigo, que me apoyaba en amigos y presos políticos que estaban pendientes de mí, sacaban denuncias y llamaban a mi esposa.
¿Fuiste llevado alguna vez a juicio disciplinario?
Yo no, pero varios amigos sí. Uno por tener un teléfono allá adentro y otro porque supuestamente lo cogieron con droga. Esos juicios, o cortes, son una locura. Ahí no dejan entrar a nadie y eres tú contra los oficiales del penal, que te impugnan lo que les da la gana, a veces hasta por gusto, sin tú haber hecho nada. Es otra forma de represalia.
Tú padeces de la presión y tienes una úlcera en el estómago. ¿Te hicieron exámenes médicos en la prisión?
Me hicieron pruebas de la presión arterial, nada más. Nunca me llevaron a ninguna consulta y yo no permitía que me sacaran sangre. Allí hay que dar tremendo bateo para que te atiendan. Prácticamente tienes que estar muriéndote para que te tomen en serio.
¿Conviviste con alguien que tuviera alguna discapacidad o necesidad especial?
Con unos cuantos. La vida de esas personas en la prisión es muy triste. Algunos presos tienen conciencia y los ayudan, pero otros no. Ahí conviví con un muchacho al que le faltaba un pie. Había que ayudarlo prácticamente para todo. También había personas mayores que ya no se valían por sí mismas. Pocas veces los llevan al médico, y medicamentos por lo general no hay, salvo para algunas personas con cáncer y ese tipo de enfermedades. Tiene que ser que algún familiar te los lleve y que estén dentro de los que permiten allá adentro.
¿Practicas alguna religión?
La yoruba. Allá adentro esas cosas se hacen prácticamente ocultas. Cuando vas a salir del cubículo te mandan a quitarte los collares o los gorros, y si quieres poner una velita, tienes que hacerlo escondido. Pero por esa parte nunca tuve problemas.
¿Crees que las autoridades penitenciarias tienen la intención de reducir las diferencias entre la vida en prisión y la vida en libertad, como debe ser su objetivo?
A ellos no le interesa nada. Mientras peor estés en la prisión, mejor para ellos. Hay muchachos jóvenes del Servicio Militar que están ahí de guardia y más o menos saben cómo es la cosa, pero también están los guardias viejos que quieren llevarte al tiempo de antes. Te quitan cosas para que pases más trabajo, te ponen a chocar con otros presos. La convivencia allá adentro no es nada fácil y ellos cada vez te la ponen más difícil.
¿Crees que las autoridades penitenciarias tienen la intención de evitar o reducir la reincidencia de las personas reclusas, como debería ser su objetivo?
Ninguna. Ahí te mezclan con todo el mundo. Hay presos que han entrado por una cosa y después lo ves que siguen presos por alguna otra cosa que aprendió allá adentro. Allí me topé con gente que habían entrado cuatro, cinco, seis veces, como si eso fuera un deporte.
¿Tu familia sufrió algún tipo de consecuencia por tu encarcelamiento?
Mi esposa tuvo varias citaciones, aparte de los registros que hicieron en mi casa mientras yo estaba en el Combinado del Este. A mi mamá la sancionaron en su trabajo, hasta que se fue. A otros dos familiares también casi los botaron del trabajo. Pero desde que salí el 23 de noviembre de 2023 la represalia ha sido conmigo, al punto de recibir una puñalada.
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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) fue publicada originalmente en Diario de Cuba.