
«La única vía que nosotros los disidentes en Cuba tenemos para reclamar nuestros derechos es poner nuestro cuerpo«, considera el opositor Alexander Mario Fábregas Milanés, de 36 años de edad, condenado dos veces en solo tres años por motivos políticos.
Fábregas fue arrestado por primera vez en diciembre de 2020 y permaneció tres días detenido por publicar en redes sociales una fotografía en la que aparecía sosteniendo un cartel con la frase «No más miseria». Luego, el 11 de julio de 2021 (11J), fue nuevamente detenido en su domicilio por transmitir en vivo su llamado a salir a las calles de Sancti Spíritus para sumarse a las protestas antigubernamentales que ese día sacudieron la Isla. Esa misma noche, el régimen organizó un «acto de repudio» en las afueras de su hogar, y fue trasladado a la fuerza hacia la Unidad Provincial de Investigaciones Criminales de Sancti Spíritus, conocida como El Vivac, en sus palabras: «un lugar donde se realizan las torturas más severas».
Días después fue condenado en juicio sumario a nueve meses de prisión por el delito de «incitación a delinquir», aunque no llegó a participar físicamente en las manifestaciones. Cumplió la condena íntegramente y recuperó su libertad en abril de 2022.
Sin embargo, tras su excarcelación mantuvo una postura abiertamente crítica hacia el régimen, especialmente a través de sus redes sociales, donde realizaba transmisiones en vivo para hablar sobre el derecho ciudadano a la protesta pacífica. Desde entonces, fue objeto de múltiples amenazas por parte de la Seguridad del Estado, que le advirtió en repetidas ocasiones que podría ser nuevamente enjuiciado por sus publicaciones.
El 27 de julio de 2024 fue detenido y conducido a la unidad de Instrucción Penal. El nuevo juicio contra el opositor se celebró el 28 de enero de 2025 en el Tribunal Provincial Popular de Villa Clara. Ocho meses después, el mismo Tribunal ratificó la condena de siete años de prisión. Su madre informó que supo de la decisión por una llamada telefónica de su hijo desde la prisión de máxima seguridad El Pre, en Santa Clara.
A través de esta entrevista, concedida antes de volver a la reclusión, Fábregas cuenta al Centro de Documentación de Prisiones Cubanas sobre su experiencia en la Unidad Provincial de Investigaciones Criminales (UPIC/El Vivac), la Prisión de Nieves Morejón y el Campamento Batalla de Ideas (Granja Tarea Confianza), en su primera prisión política.
Cuéntanos sobre los primeros días de tu detención.
Desde el principio se cometieron muchas violaciones: mi familia no sabía dónde estaba; preguntaban, llamaban a unidades policiales y no daban razón de mí. Tampoco se le entregó a mi familia ningún documento que dijera que yo estaba en prisión provisional. No se me informó de mis derechos y tampoco pregunté cuáles eran porque, de entrada, yo fui a cumplir porque me fabricaron un delito. Creo que tuve la postura correcta que debe tener un preso político.
El primer día en El Vivac, la Seguridad del Estado trató de hacerme una de sus manipulaciones, pero yo no accedí. Recibí torturas psicológicas, basadas en mentiras, a través de los «amenazatorios», porque no son interrogatorios. También me torturaron de una manera que implementa mucho la dictadura, el cuarto frío: dejarte ahí en una oficina por horas, tú solo con un aire acondicionado sin tener la adecuada protección para tu cuerpo del frío.
Luego, estuve en estado de inanición durante 120 horas, cinco días sin comer, porque se me querían achacar delitos que yo no comprendía. Me defendí con una huelga de hambre, me tumbaron los nuevos delitos y solo quedé con el delito por el que me sancionaron, que es «instigación a delinquir», así le llaman a decirle al pueblo que sea libre.
La única vía que nosotros los disidentes en Cuba tenemos para reclamar nuestros derechos es poner nuestro cuerpo. De eso tenemos conocimiento debido a toda la información que hemos recopilado sobre lo que ha pasado a lo largo de la historia con todos los hermanos, esos mártires y héroes que fueron los Plantados.
El día 29 de julio de 2021 tuve un juicio sumario injusto; al abogado lo conocí cinco minutos antes, fui sancionado a nueve meses de privación de libertad y eso fue lo que cumplí. Tampoco estuve de acuerdo con que me pusieran un abogado, porque ningún preso político en Cuba tiene derechos civiles y todo lo que hacen es un circo montado. Tras el juicio, entré a la prisión Nieves Morejón, y al día siguiente, el 30 de julio, fui trasladado al Campamento Granja Tarea Confianza, más conocido como Batalla de Ideas.
Durante ese tiempo, el único beneficio fue el de tener un permiso de salida al hogar —y pasado de tiempo—, y no fue algo que yo pedí, sino que me otorgaron. Realmente todo lo dejé en manos de la dictadura. No tuve derecho a libertad condicional, me dijeron que me la iban a dar y, un día antes de que me tocara, los esbirros de la dictadura, los de la Seguridad del Estado, fueron a prisión a decir que me la habían negado, que era imposible que saliera por mi comportamiento, que era contestatario también dentro de la prisión. Puedo sentirme orgulloso de que El Señor me diera esa fuerza para mantener mis ideales activos dentro de las mazmorras castristas.
¿Y cómo fue el tratamiento de las autoridades ante tu huelga?
La dictadura usa muchos mecanismos para tratar de entrar a tu mente para lograr su objetivo, que en este caso era que yo comiera. Las cosas que me hicieron fueron realmente duras, era para que sintiera hambre: las mejores comidas las daban en mi celda… La huelga fue una experiencia bastante difícil porque el cuerpo se te debilita, pero estás firme porque estás defendiendo un derecho, que sabes que tienes razón.
Ellos entonces me dijeron que no dejara de tomar agua y les dije: «si no me quitan los delitos me voy a plantar en huelga de hambre y de sed, voy a dejar de tomar agua». Siempre se lo dejé bien claro, que estaba dispuesto a morirme porque yo cuando hago una huelga es en serio.
Entonces los psicólogos trataron de entrar a mi mente, trataron de que yo depusiera mi huelga, porque ese es su trabajo. Pero me di cuenta de que eran de la Seguridad del Estado porque hacían preguntas que no tenían que hacer. Supuestamente tú eres una persona que eres de la parte de Salud, y estás para hacer tratamiento psicológico a un preso que está tomando una decisión suicida, entonces no tienes que preguntar si tú tiraste piedras… Ya me di cuenta de que eran policías. Y entonces me comporté como tenía que comportarme y solo depuse mi huelga cuando vi que se cayeron los dos delitos que me querían poner.
¿Según tu percepción, el tratamiento a los presos cambiaba de acuerdo a algún criterio?
El tratamiento con los presos sí cambia, por supuesto. Al preso que se preste para chivatear, a ese la policía lo lleva bien. Al preso que no se coge para ningún acto sucio, pues a ese preso hay que machacarlo.
Yo tuve la bendición de no ser discriminado por ninguna otra razón que no fuera por ser lo que era. Y a la vez, no tanto; a pesar de que muchas de las personas con las que estuve eran traidores, me gané el respeto de todos porque yo era alguien que los defendía. De hecho, los presos más bien me apoyaban, se llevaban bien conmigo y, además, yo también era respetuoso. Hay que tener algunos códigos en las prisiones que uno nunca debe violar, y yo nunca los violé y nunca me busqué problemas, aunque sí me hicieron muchas cosas los presos de otros lugares, en complot con la misma policía de ahí.
Los guardias son esbirros que te esposan y te dan golpes y un trato pésimo. No tengo absolutamente nada bueno que hablar sobre estos testaferros de la dictadura.
En la granja me trasladaban mucho. Yo conviví en dos naves debido a mis protestas, a mi comportamiento. Por ejemplo, en marzo de 2022 un guardia le dio golpes a un preso y yo salí en su defensa y me cambiaron de nave. Me ponían en cubículos donde había informantes de la policía [política] para ver si yo hablaba algo, que sé yo, porque la idea era encausarme y revocarme para la prisión, pero bueno, gracias al Señor, tuve la suficiente inteligencia y no me busqué problemas a pesar de mi conducta, que ellos consideran como indisciplina.
¿Conviviste con alguna persona que tuviera necesidades especiales?
Sí, conviví con personas discapacitadas, que no podían valerse por sí mismas, con sillas de ruedas que no tenían gomas, que no tenían ruedas, tenían que remendarlas con un hilo… Vi muchas personas que necesitaban un tratamiento, una medicina y no se la daban. A otros sí se las daban como un beneficio por ser informantes.
Háblanos sobre el acceso a medicamentos, insumos médicos…
No existían medicamentos. No existía una duralgina, no existía una inyección… Diclofenaco era prácticamente lo único que inyectaban. Pero otros medicamentos que requieren las personas, el régimen no los tiene, ni condiciones para tener tantos presos.
Toda la atención médica que recibí fueron dos PCR que me hicieron pues fue en tiempos de Covid-19.
Cuando estaba en la granja mis medicamentos todos venían de la calle. Solamente una vez que me caí por mis propios pies, me hice un raspón, y fui a la enfermería y me curaron, pero nada de ir a pedir medicamentos. Yo no acepté nada.
Muchas personas que tenían Covid-19 no tenían la asistencia médica necesaria, ni la buena alimentación que debían tener.
Nos odian como la dictadura odia al pueblo.
Alexander, ¿disponían los penales por donde transitaste de las adecuadas condiciones de higiene, volumen suficiente de aire, espacio correcto, iluminación y ventilación?
Bueno, iluminación sí había. La ventilación no era la adecuada debido a que las naves eran de celosía y tenían un techo muy bajito, eso te mete un calor para adentro que es como para morirse.
Teníamos el problema de las cucarachas, de chinches, que hacen la vida imposible porque son insectos bastante molestos. En una de las naves, en la del destacamento 27 y el 28, que fue en la primera y en la última que estuve, el piso era de gres, el baño era de losa, pero los cubículos eran pequeños y el espacio angosto. Había un techo de placa muy bajito, que estaba cubierto con una lona para proteger la placa, cuando daba el sol había mucho vapor y un calor infernal. Nos pasábamos el día entero sudando y con la piel pegajosa.
La otra nave, en la que estaban el destacamento 29 y el 30, tenía un piso de losas normales, aunque de las antiguas, el techo era de fibrocemento y más alto, corría un poco más el aire, era una nave más fresca, pero igual, todo inhumano, la falta de higiene hacía imposible vivir ahí.
La limpieza del lugar la tenía que gestionar el propio preso, nos preocupábamos porque no se puede vivir sucio. Las condiciones yo no las busqué, pero sí los compañeros que estaban allí, que eran presos comunes, que traían los implementos de limpieza cuando salían de pase. Hacíamos limpiezas generales en cubículos y también a nivel de nave. Ni los policías ni los reeducadores te facilitaban nada, solo te «machucaban» y vivían de ti.
Para bañarnos sólo había agua fría, y el preso se las tenía que ingeniar para, cuando había un frío bestial, sacar una cubeta de agua a coger sol desde horas tempranas para que más o menos matara el frío y poder bañarse en la tarde cuando, por ejemplo, regresara del trabajo.
Había quienes inventaban calentadores, porque es que no es fácil, es un agua fría que te parte un pulmón, que te puede conllevar a una enfermedad respiratoria porque la policía no quiere que tú te bañes con agua caliente. Pues al momento ya te hacían requisa y te lo quitaban, y los mismos guardias después se bañaban con esos calentadores. Es tremendo.
¿Tuviste acceso a comida en la cantidad, balance y calidad necesaria, con suficiente valor nutritivo y servida en bandejas o platos limpios?
No. Nunca acepté comer en una bandeja ni con una cuchara de ahí porque no tenían la higiene necesaria. Yo tenía mi pote de plástico, mi cuchara y mi vaso. El vaso por lo general los presos sí lo llevaban.
Todo era un sancocho, no era una comida para nutrir, era una comida, por decir, para que tú comas ahí. Había un día de «comida mejorada», que a veces no daban tampoco debido a que la policía se la robaba.
La cuota de comida que te corresponde [a través de la libreta de abastecimiento] va para el lugar donde tú estás recluso y, por ejemplo, el pollo que te correspondía como «comida mejorada» es de tu cuota; pero no te daban ese pollo, te daban una «gallina bailarina», que era una gallina flaca desmenuzada con huesos. Eso es una cosa que es inhumana, ¿entiendes? Eso hay que denunciarlo.
Carne de puerco vi solo dos veces, una en Nochebuena y otra el día del triunfo de la revolución comunista, yo no comí ese día, no salí de la nave. Eran puercos de destete, que no solo casi no tienen carne, sino que además son una baba.
Yo te puedo decir que la única vez que vi una comida bien hecha fue el 13 de agosto, que es el cumpleaños del dictador Fidel Castro. Tampoco comí ese día.
Los desayunos normalmente eran después del recuento, eran a las 5:00 o 5:30 de la mañana, según fueran sacando, pues sacaban una nave primero y después la otra. A veces te sacaban a ti primero y otras sacaban a la nave de al lado.
Los almuerzos eran alrededor de las 11:30 de la mañana y las comidas oscilaban entre las 3:30, 4:00, y a veces 4:30.
La gente a veces cogía la comida y la llevaba para la celda, que era algo que no siempre permitían, y no estoy de acuerdo con eso. Tú tienes que poder comer cuando tú quieras. Si te dan una comida a las 4:00 de la tarde, a las 8:00 de la noche tienes hambre, y si decides que no quieres comer a las 4:00 de la tarde y quieres coger tu comida y llevarla al cubículo y comértela cuando gustes, pues no tiene nada de malo. ¿Por qué imponerte comer solamente en un horario?
El preso tiene hambre, tú no le facilitas merienda, no le facilitas nada. El preso se está muriendo de hambre ahí y lo que mandaba la familia en aquel tiempo no eran sacos, era una jaba, la jaba no te alcanza para nada. Entonces, si tú no tienes condiciones, no tienes por qué imponerle a nadie que coma a las 4:00 de la tarde y a veces a las 3:30.
¿Los oficiales de la prisión colocaron alguna vez esposas, grilletes, camisas de fuerza, otros medios para inmovilizar?
Sí. Entraba el guardia e iba directo a la persona, la esposaban, y sin tener ningún tipo de culpa, lo empujaban y lo golpeaban. A través de la celosía podíamos ver cómo eran los maltratos, los golpes y todo lo que le hacían a los presos esposados. Eso es un abuso. No tienes que emplear violencia con ningún recluso. Supuestamente se dice que las prisiones en Cuba reeducan, pero ¿cómo tú vas a reeducar a un hombre y llevarlo al convencimiento de que está cometiendo un error de esa forma? Lo que hace es ponerlo más rebelde, pienso yo.
¿Tú presenciaste alguna muerte bajo custodia del Estado, intento de suicidio?
Es muy triste porque yo conocía a uno de los reclusos en otros tiempos, una persona que ya tenía sus problemas de conducta, pero realmente era una persona excelente, y se ahorcó en esa celda. Días antes de yo entrar, se ahorcó otro muchacho. Y es realmente porque a veces tú eliges la muerte porque la policía te quiere achacar un delito o porque alguien en la calle dijo que te vio y estás bajo un proceso investigativo y empiezan a llegar personas, instructores, policías del Vivac, y te empiezan a torturar, que te van a revocar para la prisión, que te van a encausar con 20, 30 años, y hay veces que el recluso no ve otra salida que, desgraciadamente, atentar contra su propia vida.
Pero todo lo que te hacen es una tortura: desde que vienen los peritajes que te cogen huellas dactilares, que te sacan pelos de la cabeza, de los brazos, de las piernas como si tú fueras un criminal. También es una tortura meterte injustamente en una celda que no tiene ningún tipo de luz, con tremendo calor, que la comida es poca. Es una tortura que tantas personas jóvenes, como las que yo vi, de 16, de 15 años, porque se habían manifestado, tengan a familiares afuera sin poder verlas porque son consideradas delincuentes, criminales…
¿Tus familiares han llegado a sufrir algún tipo de consecuencia o represalia por tu encarcelamiento, interrogatorio, exclusiones del centro laboral o de estudio, entre otras?
Sí, por supuesto. Mi mamá el 15 de noviembre, una de las fechas en que se iba a revivir lo que ocurrió el 11 de julio, fue interceptada en la calle porque fue una de las pocas personas que salió ese día en Sancti Spíritus, no solamente por mí que soy su hijo, también por los demás presos del 11 de julio. Fue interceptada por la Seguridad del Estado en la calle y fue llevada a un lugar donde le dijeron que la iban a botar del trabajo, que me iban a buscar problemas en la prisión y en el proceso judicial. También se le manipuló, se le ultrajó. La suerte es que ella tuvo a mi hermano Néstor Estévez que siempre estuvo pendiente de mi caso desde el exilio, de todo lo que me ocurría, y todo lo denunciaba. Realmente sí, es muy duro, muy triste lo que tienen que vivir los familiares de uno. Pero bueno, estamos aquí.
A pesar de todos los vejámenes sufridos en relación con el 11J, Alexander Fábregas afirma: «Me siento muy orgulloso de haber pertenecido a esa fecha». En este nuevo periodo en prisión, que comenzó en julio de 2024, ha mantenido su postura firme. El 11 de julio de 2025 Fábregas realizó una protesta dentro de la prisión vistiendo un pullover blanco con la frase «El 11J vive» escrita en rojo, y mantuvo un ayuno de 24 horas. Días después, el 13 de agosto, llevó a cabo una huelga de hambre y sed como forma de protesta pública en el aniversario del nacimiento de Fidel Castro. De acuerdo con su madre, Alexander «a veces está deprimido, pero siempre deja en claro que no va a abandonar la lucha ni a claudicar».
A mediados de este año, Fábregas recibió —junto a la presa política cubana Lizandra Góngora Espinosa y otros dos presos políticos de Venezuela y Nicaragua— el Premio Graciela Fernández Meijide 2025, del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), dedicado a la defensa de los derechos humanos y enfocado ese año en personas encarceladas por motivos políticos con escasa visibilidad internacional.
Publicado originalmente en Diario de Cuba.





