Hamlet Lavastida: «El objetivo de la prisión en Cuba no es reeducarte ni disciplinarte, sino coaccionarte, quebrar tu voluntad»
Por Leonardo Fernández Otaño
Hamlet Lavastida (41 años) es un conocido artista independiente cubano cuya obra explora las intersecciones entre historia, política y sociedad, y está relacionada con el activismo.
En 2018, participó en la Bienal 00 de La Habana, uno de los principales eventos artísticos contestatarios celebrados en Cuba en la última década. Ese mismo año, formó parte del núcleo de artistas, activistas y periodistas independientes que se opuso públicamente al Decreto 349, con el cual el régimen pretendía aumentar el control y la censura sobre el trabajo artístico.
Todas estas cuestiones, y otras, hicieron que las autoridades de la Isla forzaran su salida del país e impidieran su regreso por un tiempo, una práctica habitual contra quienes cuestionan públicamente el proceder de La Habana.
Durante su tiempo en el extranjero, Lavastida no se desvinculó del debate ni la creación artística en torno a Cuba. Al contrario: se unió a la plataforma 27N, que demandaba cambios políticos en la Isla, y en mayo de 2021 realizó una protesta pacífica en Berlín exigiendo la libertad del también artista y activista cubano Luis Manuel Otero Alcántara, entonces detenido.
A finales de junio de 2021, fue detenido en Cuba tras llegar de Alemania, donde realizaba una residencia artística, y encarcelado durante tres meses en Villa Marista, Órgano de Instrucción de la Seguridad del Estado en La Habana. En esta entrevista con el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas, realizada a inicios de 2023 desde el exilio, Lavastida repasa brevemente su experiencia en dicho centro, conocido por las distintas formas de tortura psicológica a la que son sometidos los reclusos.
Recordemos cómo se produjo tu detención.
Yo estaba en una residencia de arte de un año en Berlín. Cuando regresé a Cuba, me hicieron un chequeo por todo el tema del covid, pero al ver que el resultado se demoraba, empecé a sospechar, porque uno sabe de la vigilancia a la que está sometido por parte del Ministerio del Interior. El 26 de junio (de 2021), cuando fui a buscar el resultado, había cuatro o cinco oficiales esperándome, entre ellos el capitán Darío, de la Seguridad del Estado. Me dijeron que estaba detenido. Primero me llevaron para un centro de detención de Inmigración y Extranjería que queda por El Cerro. Estuve allí doce horas, hasta alrededor de las diez de la noche, cuando fui trasladado al cuartel general de los órganos Seguridad del Estado en La Habana, Villa Marista.
Allí estuviste alrededor de 90 días.
Sí. En teoría podían pedirme entre tres meses y un año de privación de libertad. Lo normal, me dijo el abogado, es que la investigación no dure más que el mínimo del pedido de sanción, a no ser que la Fiscalía Provincial apruebe una prórroga, [que no fue el caso]. Yo estuve 92 días exactos bajo custodia de los órganos de la Seguridad del Estado.
¿Y de qué te acusaban exactamente?
Las actas decían que era por incitar a la desobediencia civil y tener influencia sobre algunos “elementos contrarrevolucionarios”, como Luis Manuel Otero Alcántara. También decían que era por incitar a poner unas estampas [del 27N en billetes], pero en realidad ellos estaban buscando cualquier tipo de recurso para encarcelarme y llevar adelante un proceso contra mí.
¿Te realizaron interrogatorios?
Sí, me hacían interrogatorios de entre una y dos horas. Ellos querían investigar el origen de mi activismo y el de otras personas como Tania Bruguera, Luis Manuel Otero Alcántara, Carolina Barrero. Me preguntaban por qué había viajado a Cuba, cuál era mi interés, qué dinero llevaba y para quién, quién me financiaba, cuáles eran mis contactos con servicios de inteligencia extranjeros. Ellos aseguraban que tenían todos las pruebas y que si yo confesaba podía llegar a un pacto con la Fiscalía para que me redujeran la cantidad de años en prisión. Nunca confesé porque eran cosas que no existían. Después cambiaron el enfoque para centrarse en mi salida del país, que fue algo que gestaron ellos mismos, porque yo nunca había pensado irme.
Además de eso, ¿te amenazaban con otras cosas?
Sí, con que mi madre la iba a tener muy difícil para visitarme si llegaban a trasladarme a una prisión más distante, como el Combinado del Sur (Matanzas) o Guanajay (Artemisa), sobre todo teniendo en cuenta que el transporte estaba cortado por los protocolos del covid. Básicamente me estaban diciendo que colaborara.
¿Sentiste algún tipo de discriminación en la manera de actuar de las autoridades?
Ellos aseguraban que yo no estaba allí por mis opiniones políticas, sino por hechos que [supuestamente] había cometido, pero era evidente que las preguntas y las imputaciones que me hacían estaban basadas en una caracterización política que ellos sencillamente no aceptaban. Hablaban de “contrarrevolucionario”, “enemigo”, “traidor”, palabras todas de caracterización política. Allí te inducen a creer que eres un terrorista, que cometes actos de traición.
¿Cómo es el trato a los reclusos?
Ellos te hacen saber que cualquier indisciplina puede ser un agravante para tu proceso. No puedes gritar, pedir tus derechos, decir algún tipo de consigna política o religiosa, cantar, pasarle una nota al abogado, reclamar, golpear la puerta. A mí, por ejemplo, me tenían prohibido escribir. También me negaban el derecho a la llamada telefónica, a consultas psicológicas y médicas, a acceder a la información sobre mi caso. Me ocultaban todo deliberadamente y me decían que el abogado tenía acceso a los documentos, algo de lo que yo no tenía constancia. Solo tuve acceso a un documento y a las declaraciones sobre mi caso.
¿Ese trato es igual para todos, o notaste diferencias?
Creo que cambia en dependencia del nivel educacional y la raza de uno. Ellos tenían mayor cuidado conmigo porque veían que conocía cuestiones de la Ley de Procedimiento Penal, el Código Penal, la Constitución. Al inicio, por ejemplo, trataron de desnudarme, pero yo me negué, porque sabía que eso no estaba estipulado en ningún lugar, y ellos no insistieron. Pero a los otros muchachos los trataban de una manera más infame. Se burlaban de su caudal intelectual e intentaban manipularlos bajo esa base. Los abofetearon, los golpearon. Usaban mucho el desconocimiento de ellos.
¿Quiénes eran los otros muchachos?
Conmigo convivieron alrededor de 17 personas, aunque en tiempos diferentes, porque entraban y salían constantemente. Por lo general coincidía con tres o cuatro muchachos vinculados a las manifestaciones del 11J. También estuve cerca de diez días con un señor de 61 años -no relacionado con el 11J.
¿Cómo era el espacio donde convivían?
Era un espacio de 3.20 metros por 2.40 metros. Lo sé porque parte de mi profesión es realizar medidas. Como no podía hacer ejercicios al aire libre, caminaba constantemente dentro de la celda y eran seis pasos de un lado al otro. Las condiciones eran mínimas e insalubres. Había cuatro literas de metal con colchones y un baño. El agua escaseaba, venía de vez en cuando, y no había frazada ni nada para limpiar. Hacía muchísimo calor y estaba lleno de mosquitos, lo que me hacía temer por mi salud. La iluminación era constante, algo que es muy estresante desde el punto de vista psicológico. Tampoco había ventilación. Allí tuve los únicos episodios de claustrofobia y falta de aire que he tenido en mi vida. También llegaba el sonido estridente de un televisor en el que todo el tiempo pasaban programas relacionados con cuestiones políticas y reportes sobre el covid, y desde las cinco de la mañana ponían música.
¿Te garantizaban los servicios de salud en Villa Marista?
Ellos te hacen un chequeo en la sección de ingreso y todas las semanas te pesan y te toman la presión, pero eso es más bien para mantener una documentación de tu estado físico. A mí me negaron tratamiento psicológico casi hasta el final, cuando me visitó una psiquiatra -que yo no tenía constancia de que lo fuese en realidad- a la que solo vi esa vez, apenas una hora. Cuando contraje covid, me trasladaron por tres o cinco días a un centro de aislamiento en Bahía. Estuve alrededor de siete horas, desde la 1:00 pm hasta las 8:00 pm, esposado en un camión-jaula, y luego, en el centro, estaba custodiado por agentes de la Seguridad del Estado, no por médicos. Les pregunté si mi madre estaba al tanto de mi situación y dijeron que sí, lo cual era mentira. Tu familia tenía que llevarte las medicinas que necesitaras, así como el aseo.
¿Cómo era la alimentación?
Muy escasa. Las cucharadas eran contadas. De desayuno daban un agua con demasiada azúcar o una especie de jugo, también con una cantidad extrema de azúcar, que era casi imposible tomarlo, y un pan pequeño, generalmente con una fritura con mucha grasa. Siempre unidades muy pequeñas, que básicamente te daban más hambre. De almuerzo y comida daban sopa, arroz, un perrito caliente o algo así, con una elaboración pésima. Algunas veces tenía mejores condiciones, si era un día festivo para ellos, como el 26 de julio.
¿Te mandaron a celda de aislamiento alguna vez?
Apenas veinte minutos, cuando me cambiaron de celda en septiembre. Pude ver que las condiciones eran espantosas. Pero varios manifestantes del 11 de julio sí estuvieron en ese régimen.
¿Sabes si esos reclusos eran atendidos por médicos cuando estaban aislados?
Villa Marista es una prisión donde no existe ningún tipo de transparencia y donde todo está hecho mecánica y milimétricamente para que no haya una interacción entre el detenido y los oficiales. El secreto es la norma de lo que ocurre contigo allí. Uno está tan estrechamente vigilado que ellos deben tener algún tipo de metodología para saber si necesitas más o menos alimentación, por ejemplo. Precisamente para eso hacen el chequeo médico semanal. No obstante, también pude notar una especie de discrepancia, no sé si controlada o involuntaria, entre los médicos y los oficiales. A veces le decía a las enfermeras que necesitaba una pastilla y ellas decían que eso tenía que autorizarlo un oficial. Otras veces se comportaban de una manera bastante arrogante con uno. Pero ahí lo menos importante es la figura humana, a no ser que estés grave de enfermedad.
¿Crees que las autoridades cubanas tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y en libertad?
Ellos no tratan de reducir nada. Al contrario, hacen énfasis en esa diferencia. El sistema penitenciario en Cuba está hecho para hacerte ver que la realidad (la vida afuera) y la prisión son completamente diferentes. El objetivo de la prisión en Cuba no es reeducarte ni disciplinarte, sino coaccionarte, quebrar tu voluntad para volverte una prolongación de sus deseos. Lo más parecido que hay es lo que pasó con los esclavos de siglos atrás. Quieren utilizar tu cuerpo de esa manera, hacer que digas y hagas lo que ellos quieren. Si eso es una manera de reeducar, es bastante perversa. Las palabras “represión” y “coerción” pierden incluso el sentido. Es más que eso. Es una faceta ultra.
¿Tu familia sufrió algún tipo de consecuencia durante tu encarcelamiento?
Persecución, hostigamiento, acoso y vigilancia policial a mi madre, cuando estaba preso e incluso hoy en día. Mi madre todavía es hostigada por el capitán Darío, que eventualmente va a “visitarla”. Definitivamente son formas de constatar en qué actividades anda.
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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.