Entrevistas

Ienelis Delgado: En las cárceles cubanas a las presas políticas las ‘miran de reojo, como a la peste’

Por: Leonardo Fernández Otaño

Ienelis Delgado, conocida en redes sociales como “Mambisa Agramontina”, es una activista y ex-presa política cubana de 35 años oriunda de Camagüey. Fue detenida en su casa, en abril de 2023, por un supuesto delito de desacato contra un oficial de la Seguridad del Estado, luego de exigir la libertad de la también activista camagüeyana Anniette González, detenida poco antes que ella y sancionada a tres años de privación de libertad por publicar fotos en redes sociales envuelta en la bandera cubana.  

Condenada a nueve meses de privación de libertad por el Tribunal Popular de Camagüey, Delgado fue liberada en diciembre de 2023. Sin embargo, desde entonces ha denunciado varias veces el acoso de las autoridades cubanas, que han dificultado su reinserción laboralla y la han detenido en otras dos ocasiones —primero por convocar a los familiares de los presos políticos a denunciar su situación, y segundo por supuestos actos contrarios al desarrollo de su hija, menor de edad. 

En esta entrevista con el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC), Delgado cuenta su experiencia como prisionera política cubana, que transcurrió principalmente en la Prisión Provincial de Mujeres de Camagüey —conocida indistintamente como Kilo 5 o Granja 5—, de máxima seguridad, y ya hacia el final de su sanción en el Campamento El Anoncillo, en la misma provincia. 

Empecemos hablando de tu detención. 

Yo fui condenada a nueve meses por un desacato, o un supuesto desacato, a un mayor de la Seguridad del Estado, el jefe de enfrentamiento de aquí de Camagüey, alias Kevin, pero su verdadero nombre es Miguel Hermida Ferrer. Me detuvieron en mi casa el 4 de abril del 2023 y me llevaron para la sede de la Seguridad del Estado aquí en Camagüey, conocida como Villa María Luisa. Allí estuve hasta el 9 de abril, cuando me trasladaron a la prisión de máxima seguridad de Camagüey para mujeres, Kilo 5. Ahí estuve hasta el 17 de noviembre, que me llevaron para el campamento de aseguradas de Camagüey hasta el 29 de diciembre, cuando cumplí mis nueve meses y salí de libertad.

O sea, que estuviste en una prisión de máxima seguridad sin haber sido juzgada.

Cuando entré a Kilo 5, no estuve en mi régimen, que era preventivo, porque estuve cinco meses esperando el juicio. Me pusieron a vivir en una galera con mujeres de régimen severo, con muchísimos años de condena, pese a que lo mío era solo de nueve meses. 

Hablemos del juicio.

Yo me negué al abogado porque mi juicio fue un circo armado por la Seguridad del Estado. Por muy buena defensa que haga el abogado, ya la sentencia está. Después del juicio nunca me dieron la sentencia firme. Mi mamá tuvo que hacer una denuncia para que me dijeran la fecha en que salía de libertad, porque no querían decirme. Tuvo que pasar una semana para que la jefa del penal me dijera que terminaba el 29 de diciembre, aunque nunca me dieron un papel como tal. 

¿En la prisión te dieron a conocer tus derechos?

Cuando entras al penal, te leen los deberes y derechos que supuestamente tienes, que ellos mismos te violan. Las quejas se hacen a la superior que esté de guardia ese día o a la jefa del penal, pero si eres un preso político, la queja prácticamente no procede. Varias veces exigí mi derecho a la asistencia médica, que me negaron; o a reclamar cuando la comida estaba en malas condiciones, pero no procedía. Decían que esa era la que había, que en la calle la cosa estaba mala y muchas personas ni siquiera tenían eso. Usaban ese tipo de justificaciones. Otras veces decían que eso era una indisciplina, que estaba alterando el orden, y me ponían medidas. 

¿Dirías entonces que fuiste discriminada en prisión? 

Sí, por mi opinión política, y no por las reclusas, sino por las guardias. El trato no era el mismo con las presas políticas. Lo que le permitían a las reclusas comunes, a nosotras nos lo demoraban o no nos lo aprobaban. Te miran de reojo, como la peste. Las autoridades les ponen muchas trabas a los presos políticos.

¿Puedes contarnos sobre ocasiones en la que hayas sido discriminada en prisión?

Un viernes pedí una duralgina porque tenía migraña. En el penal no había. Pero mi mamá me había llevado medicinas una semana antes y la jefa no había dejado que me los pasara; los viró para atrás. Me molesté, porque necesitaba el medicamento, y me dijeron que me iban a dejar llamar a casa para que me lo llevaran el lunes. Pregunté que cómo para el lunes, si el dolor de cabeza lo tenía en ese mismo momento y justo estaban dejando entrar cosas para otras reclusas. Pero eso fue lo que me dijeron: que hasta el lunes. 

En otra ocasión me ingresaron después de enfermarme por comer un pescado en mal estado. Y allí en la enfermería tuve unas palabras con una guardia que en vez de abrir la reja para alcanzarme el plato de comida, quería pasarlo por entre las rejas, para lo cual tenía que virarlo y botar el potaje. Como si yo fuera un animal o una delincuente. Otras veces, cuando estaba en la enfermería, se olvidaban de llevarme la comida. 

Antes mencionaste que también te pusieron medidas disciplinarias. 

Una vez me suspendieron el teléfono durante dos meses porque me vestía de negro los domingos, en señal de apoyo a lo presos políticos, y por un audio que saqué el 11 de julio de 2023, en conmemoración del segundo aniversario del [que yo llamo el] Día de la Rebeldía Nacional -11 de julio de 2021-. Debido a eso, me llevaron ante un instructor de la Seguridad del Estado que me amenazó con que si seguía haciendo denuncias por teléfono me podían montar otra causa. 

¿Sufriste interrogatorios en prisión por parte de la Seguridad del Estado? 

Sí, durante la detención y la reclusión. A los tres meses de estar presa me llevaron a Villa María Luisa para amenazarme con que si mi mamá seguía haciendo denuncias sobre mi caso, me podría ir mal. Como tenía el teléfono suspendido, yo le decía a ella durante las visitas todo lo que me pasaba allá adentro. La Seguridad del Estado sabía que no podía amenazarla, porque mi mamá es opositora desde hace muchos años y no cree en eso.  

¿Alguna vez te esposaron o te aplicaron algún método similar? 

Vi como esposaban a reclusas comunes para llevarlas a celda de castigo por cometer alguna “indisciplina”: exigir medicamentos, comida, protestar. Incluso, vi a algunas autoagredirse con cortes en los brazos y así mismo las esposaban. Es un modo para someterte, reprimirte, para que no protestes, para que no haya huelgas, para infundir miedo.

Los médicos visitan a las reclusas cuando están en celda de castigo? 

Si se plantan [en huelga de hambre o sed], sí, el médico va todos los días, le toma la presión, le mira los signos vitales. Pero también, si antes estaba consumiendo algún medicamento, se lo suspenden. 

¿Presenciaste alguna muerte o intento de suicidio en la prisión?

Sí, una vez una reclusa intentó ahorcarse porque no le aprobaron el pase a régimen de mínima severidad y el traslado de prisión. 

¿Cómo eran las condiciones generales de la prisión? 

En mi galera éramos cinco o seis mujeres. Medía alrededor de seis metros de ancho por diez de largo, incluyendo el baño, que tenía una taza, una ducha y dos lavaderos. Por lo general teníamos agua las 24 horas, salvo en el campamento, donde solo la ponían dos horas, dos veces al día. Pero el  agua sí era bastante sucia y los baños se tupían mucho. Una vez estuvimos casi un mes con el baño tupido, hasta que fueron a arreglarlo después de muchas quejas. Las ventanas no eran ventanas, sino huecos con una reja por fuera, de manera que cuando llovía salpicaba mucho adentro. Una vez el piso de abajo se inundó y hubo que evacuarlo por completo, porque el agua llegaba a los tobillos. Las paredes están cuarteadas y se filtran. 

Allí dan un jabón de baño, uno de lavar y un papel sanitario al mes, aunque a veces no llega. También deben dar un paquete de íntima al mes por reclusa, pero muchas veces no tienen y entonces dan paños. También entregan dos uniformes y te permiten tener tres mudas de ropa civil, que sólo puedes usar dentro de la galera. Fuera de eso, te dan un mosquitero, dos sábanas, una colcha, una funda y el colchón, todo de una reclusa que lo usó antes. 

¿Cómo era la atención a la salud? 

El único médico al que puedes ver de lunes a viernes es el del penal, pero ese solo puede hacerte remisiones. Y al menos a las presas políticas eso nos lo alargaban mucho, no nos lo aprobaban hasta que hacíamos varias denuncias. Una vez me remitieron con un neurólogo pero pasaron los nueve meses y nunca llegó. Otra vez me mandaron a hacerme una placa pero no me llevaron hasta noviembre, a pesar de que la remisión era para octubre. Al final salí de prisión y nunca supe el resultado. También estuve un tiempo pidiendo ver a un dentista, por un dolor de muela, y no lo vi hasta después de cuatro o cinco meses, cuando me sacó la pieza. Allí las cosas son cuando ellos entiendan conveniente. Mientras tanto te dicen que no hay médico y te lo alargan.  

¿Te respetaban la hora diaria al aire libre?

Sí. Algunas veces, cuando era 26 de julio o alguna otra fecha significativa para ellos, sacaban a las reclusas a jugar, les daban una pelota o un juego de dominó; pero solo en días específicos. 

¿Crees que las autoridades tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y la vida en libertad, como debería ser su objetivo?

No. Es muy notable el maltrato, la privación de muchas cosas, la represión que ellos mantienen ahí. Ese toque autoritario es muy permanente.

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