Shanty M. González: En la Prisión Guamajal Mujeres “las condiciones no eran buenas para nadie”

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Por: Leonardo Fernández Otaño

Shanty María González Guerra (53) cumplió cuatro años y medio de prisión en Cuba debido a una causa relacionada con drogas. Natural de Cienfuegos, estuvo en la Prisión Guamajal, ubicada en Villa Clara. Desde México, donde reside actualmente, habla sobre la falta de condiciones dignas de vida, algo que durante décadas diferentes organizaciones de derechos humanos han denunciado respecto a los centros penitenciarios cubanos. También recuerda maltratos y violaciones de derechos que quedaron impunes.

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad en años recientes y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿Por qué motivo estuviste presa?

Por sustancias psicotrópicas. Primero estuve 45 días en el centro de instrucción de Cienfuegos, en una celda casi que de castigo. La cama era como una parrilla, sujeta con cadenas a la pared, y no tenía colchón. Lo que usaba de colchón era una colcha que me llevaron de mi casa, y una sábana para taparme. Pero la celda era tan chiquita que si abría mucho la ducha, el agua caía arriba de la cama. Ahí tenía que estar sentada todo el tiempo. Me quejé porque se suponía que tenían que sacarme una vez al día a tomar el sol. Pero yo no sabía si era de día o de noche, porque no me sacaban. Si no venía un fiscal militar y ordenaba sacarme, yo no salía. Estaba blanca como un papel y me quejé.

¿Te respetaron el debido proceso?

Mi sanción fue militar. Yo no era militar, pero mi consorte de causa sí lo era, y los juicios donde están involucrados ellos son militares. 48 horas antes fue que vinieron a avisarme del juicio, en el que hubo arbitrariedades respecto a la interpretación de la ley. Cuando se lo dije al fiscal, él hizo caso omiso y siguió de largo. No le convenía responder aunque era una violación. Me sancionaron a nueve años, pero solo cumplí cuatro años y medio por buena conducta. Estuve del 2003 al 2007 en Guamajal Mujeres, en Santa Clara, porque en Cienfuegos no había prisión de mujeres.

¿Cómo eran las condiciones de la prisión?

Las condiciones ahí no eran buenas para nadie. En el destacamento había 38 mujeres. En mi cubículo dormíamos 12 mujeres y teníamos un baño y una ducha. De mi litera a la otra había medio metro. Una pared nos separaba del otro cubículo. La luz estaba prendida 24/7 y no había problemas de ventilación porque las ventanas eran huecos con balaustres. Pero el agua siempre era fría. Si querías calentarla, tenías que poner el cubo a coger sol en el patio. Una o dos veces al mes daban algo de aseo: jabón de lavar, íntimas, esas cosas. Pero en realidad si tu familia no te las llevaba, te jodías. A veces traían a un peluquero de la calle y las reclusas que tenían dinero podían arreglarse el cabello.

En general, había muchas mujeres adultas, de 50 años para arriba, que llevaban tiempo presas. Pero no había recursos para tanta gente. Había una señora que se quejaba todo los días por sus problemas de salud y nadie la atendió hasta el final, que la llevaron para un hospital, donde murió. Tenía cáncer de pulmón y no se lo detectaron a tiempo.

¿Cómo era el acceso a la salud?

Yo tenía un problema de vesícula y me operaron estando allí. Era una operación de mínimo acceso, pero me compliqué y me dejaron más tiempo en el hospital. Cuando regresé a la prisión, me pusieron en la enfermería así y trajeron a otra reclusa para que me asistiera, porque no me podía bañar sola ni nada. También tenía una dieta específica que me quitaron antes de tiempo porque el guardia dijo que ya no era necesaria. Por poco me matan. Antes de eso, mi mamá fue un día a llevarme comida para tres o cuatro días. Pero cuando llegó, la reeducadora le dijo que no la iba a aceptar, porque yo la tenía garantizada en la prisión. Y eso no era cierto, porque no tenía la dieta que necesitaba.

Después, cuando supuestamente ya estaba recuperada, debía pasar un tiempo sin comer huevo y otras cosas. Pero no había nada más y tuve que hacerlo. Me dio vómito, diarrea. Me llevaron a la enfermería y el médico dijo que no tenía nada, que me podían regresar al destacamento. Pero el hombre tenía olor a alcohol y lo dije. Después de eso no lo vi más.

Sí puedo decir que ahí el tema de la salud es complicado. Para el guardia tú siempre dices mentira. A veces te dicen que te apuntes en tal lista para el día en que viene el médico especialista. Pero no hay una constancia en eso. Si está el médico, te hace chequeos. Si no, no. Yo vi a un psicólogo porque se me estaba cayendo el pelo de manera extrema, y él me mandó a ver un especialista en piel, pero si el especialista no viene, te jodes. Muchas veces nos atendía un médico que era un recluso de la prisión de hombres.  Los guardias lo traían cuando la enfermera no podía encargarse por sí misma. De lo contrario, nada. Cuando era algo grave, te montaban en una ambulancia y te mandaban para el hospital.

¿Qué puedes decir acerca del acceso a los medicamentos?

Faltaban mucho. Muchas familias les llevaban los medicamentos a las presas y se los dejaban a la enfermera. Si esta era buena onda, te los daba, pero a veces se le olvidaba o decía que ella no los tenía. Es decir, que se los había llevado o dado a alguien más.

¿Cómo son las condiciones para las reclusas embarazadas? 

A las embarazadas las ponen en una galera aparte con una comida un poquito mejor que la del resto de la población penal, si el médico se la manda, porque si no, comen lo mismo que las demás. Allí tienen sus consultas y se las llevan si es necesario, aunque eso solo sucedía en casos extremos. Después que paren, pueden tener al bebé allí un año. Pero esas no son condiciones para un niño, porque en realidad está tan preso como la madre. Si esta carece de cosas y la familia no se las trae, nadie más se las va a suplir.

¿Conviviste con personas que tuvieran alguna discapacidad o necesidad especial?

Frente a mi destacamento estaba el de las mujeres con SIDA. Ellas tenían su medicamento pero no así un tratamiento especial. Muchas veces no las dejaban reunirse con el resto de la población penal. Y si a las guardias les pasaba por la cabeza que alguna reclusa era homosexual, la cambiaban de un destacamento a otro o la llevaban para una celda de castigo.

¿Cuáles eran las condiciones en esas celdas?

El aislamiento era en una celda que estaba casi siempre detrás del destacamento. Recuerdo a una chica que estaba ahí por un supuesto problema de homosexualidad. La levantaban a las cinco de la mañana, le quitaban el colchón y no se lo entregaban hasta las seis de la tarde. La dejaban salir a un patiecito detrás de la celda, pero el resto del día se lo pasaba acostada en una cama de cemento. Se bañaba ahí mismo donde estaba la taza. Eran condiciones muy feas.

¿Las reclusas que estaban en aislamiento eran visitadas por médicos?

Cuando la reclusa decía que necesitaba al médico, sí. De lo contrario, no.

¿Sufriste torturas o maltratos?

Malos tratos. Una vez estaba comentando algo acerca de un libro con una persona. Un guardia que estaba del otro lado de la puerta pensó que estaba hablando algo sobre la prisión y empezó a decirme cosas hasta que la otra reclusa le dijo que yo estaba hablando de un libro. Pero nunca en la vida me había humillado tanto. 

¿Había reclusas con poder disciplinario sobre otras?

Algunas reclusas se sentían más guardias que los guardias. Metían precisa, cañona, y le informaban cosas a las guardias, que era lo peor.

¿Crees que el tratamiento a las prisioneras cambiaba de acuerdo a algún criterio?

Sí, claro. Quienes entraban por delitos económicos, como malversación, eran privilegiadas, porque la mayoría de las veces las llevaban a trabajar y podían salir de la prisión. Pero a la gente que estaba por causas políticas la ponían con presas comunes, para que estas le salieran al paso si hacía algún comentario.

¿Podías estudiar en prisión?

En mi época, a Fidel se le ocurrió convertir las prisiones en escuela. Entonces crearon la “Tarea 500”, con la cual podías estudiar lo que quisieras. Los que estudiaban podían salir de pase con su familia y tenían una comida diferenciada cada 15 días. Eso era lo que decía el papel, pero eso nunca llegó a la prisión como tal, al menos no a Santa Clara.

¿Y trabajar?

Ahí nadie escoge su trabajo. Es para donde te manden. Yo trabajé mucho tiempo en la agricultura, sembrando y recogiendo malanga, boniato. Si el salario era de 100 pesos, yo ganaba quizás 30, porque yo no soy gente de campo. Ese dinero te lo ponían en una tarjeta y después podías usarlo para arreglarte el cabello y esas cosas. Más adelante trabajé como maestra, dando clases, pero nunca me pagaron un peso.

¿Podías hacer ejercicios al aire libre?

Teníamos una hora de patio donde podíamos jugar baloncesto o volleyball si había pelota, juegos de mesa. En mi destacamento había muchas mujeres adultas y yo les hacía ejercicios de estiramiento. A veces venía alguien de Cultura Física, de Santa Clara, que hacía como un trabajo de campo.

¿Tenías que usar uniforme?

Sí. No podías usar ropa personal hasta llegar al campamento. Yo tenía tres uniformes. Podías lavar tres veces a la semana, aunque había quien lavaba más, escondida en el baño. La ropa de cama era de tu casa.

¿Tenías acceso a agua potable en la cantidad y calidad necesarias?

El agua la ponían a las seis de la mañana y a las 4:30 de la tarde, un rato. Esa era el agua que tenías, incluso para tomar. Tenías que llenar dos o tres pomos y un cubo.

¿Cómo era la comida?

La servían en una bandeja como de escuela al campo, pero no era una comida nutritiva ni nada. Había un picadillo que llamábamos “Pancho el bravo”, porque cuando abrían el nylon podía olerse en toda la prisión, ya te puedes imaginar. Una vez que estaba de autoservicio, quisieron ponerme un reporte porque me negué a servir frijoles con gusanos. Aquello era una falta de todo.

¿Quiénes limpiaban las celdas?

Nosotras mismas, en la mañana, antes de que pasara una inspección. Limpiábamos con agua. Si alguna familia podía llevar detergente, cloro, esas cosas, lo usábamos. Pero ellos no nos daban nada.

¿Las reclusas sancionadas dentro de prisión podían defenderse?

Depende. Hay reclusas que violan las leyes, las aíslan y piensan que con eso es suficiente. Pero hay otras a los que sancionan porque el guardia dice que hizo tal cosa, aunque a veces no tienen ni pruebas. En esos casos, puedes defenderte, incluso con un abogado, pero es tu palabra contra la del guardia. Necesitas testigos muy contundentes para que el guardia no pueda salir ileso.

¿Podías comunicarte regularmente con tu familia?

Me comunicaba con ellos por teléfono una vez a la semana y cuando me tocaba la visita, cada 30 o 45 días.

¿Dirías que el objetivo de las medidas privativas de libertad es principalmente proteger a la sociedad contra el delito y reducir la reincidencia?

No, porque si fuera así mucha de la gente que sale no volvería a entrar.

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