Entrevistas

Iris Mariño: en la prisión yo estaba en condiciones de tortura psicológica

Por Centro de Documentación de Prisiones Cubanas 

Iris María Mariño García (Las Tunas, 1989) es una actriz y fotorreportera de 34 años que ha trabajado en el grupo de teatro ‘El Espacio Interior’ y en el medio digital La Hora de Cuba. El 11 de julio de 2021 fue detenida violentamente por participar en las protestas del 11J e incomunicada hasta el 16 de julio, cuando se le negó un hábeas corpus y fue trasladada al Técnico de Camagüey. El 21 de julio fue enviada a reclusión domiciliaria acusada de “desorden público”. El 23 de agosto pagó una multa de 1.000 pesos cubanos y un agente le dijo que la causa penal en su contra sería archivada.

Cuando salió de la reclusión, estuvo alrededor de 15 días más en un régimen de prisión domiciliaria. Solo podía salir para trabajar y buscar algunos insumos necesarios para su familia. Luego llamó una fiscal de la unidad de la Seguridad del Estado de Camagüey, Villa María Luisa, y le notificó que su causa iba a ser archivada. Sin embargo, durante los diez días de su estancia en detención, Iris tuvo una serie de vivencias que recordará por el resto de su vida, en relación con las constantes y diversas violaciones de derechos humanos en las prisiones de Cuba. 

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad en años recientes y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

Durante tu detención, ¿recibieron tú y los demás reclusos información explícita sobre el régimen penitenciario al que serían sometidos y sobre las vías habilitadas para recibir información y presentar quejas?

No, en el primer momento en que llegué a la celda no me dieron ninguna información. Pero 24 horas después, conmigo y con otro grupo de personas se reunió el capitán de la policía de Camagüey y nos explicó que estábamos allí simplemente por habernos manifestado el 11 de julio. Yo estuve en la Segunda Unidad, que no es exactamente una cárcel, sino una unidad de policías, las primeras 72 horas.  

¿Te fueron informados tus derechos en ese momento o durante los 10 días que estuviste presa?

No, eso no sucedió. Cuando llegué a la Segunda Unidad, el oficial de guardia que me recibió me dijo: “Te voy a permitir hacer una llamada”. Pero no me dijo: “Tienes derecho a hacer una llamada”. Es como si me estuviera haciendo un favor, cuando yo sé que ese es un derecho que tengo. Incluso me permitió hacer dos llamadas porque el primer número de contacto que le di no estaba en casa. Desde su propio móvil o desde el móvil corporativo es que él hizo esa llamada. 

¿Pediste ver tus derechos como reclusa en algún momento? 

Yo estaba realmente en unas condiciones, se podría decir, de tortura psicológica. No sabría ni cómo llamarlo. Estaba en un cuarto donde las camas son de mampostería. Las condiciones de mi cuarto eran traumáticas porque el baño no existía. No había un baño para poder bañarse ni hacer necesidades fisiológicas. Aparte, había ratones, cucarachas. No podía ni mirar la palma de mis manos. Era una oscuridad total, prácticamente húmedo, casi una mazmorra. 

Hablé con el segundo policía que entró al día siguiente y le dije: “Mira, yo necesito que tú me expliques por qué yo estoy aquí o por qué no puedo salir a otra celda, porque realmente estas son condiciones infrahumanas”. Él me dijo: “No. Esto no está orientado”. Y simplemente ahí dejó la conversación.

¿Te interrogaron agentes de la Seguridad del Estado durante la detención y la reclusión? ¿Por qué? ¿Para qué? 

El primer interrogatorio que me realizaron fue el miércoles 14 de julio de 2021, por el mayor Cristian, de la Seguridad del Estado. Él, supuestamente, era el jefe. Digo supuestamente porque no puedo afirmarlo: ellos dicen una cosa y tú no tienes una prueba para afirmar cuál es la palabra de ellos. Saben todo de uno, pero uno apenas sabe algo de ellos. 

El mayor Cristian me entrevistó alrededor de las 11:30 de la mañana hasta las 2:00 o 3:00 de la tarde. Me estaba entrevistando porque él quería conocerme. Él se presentó como la persona que estaba al frente del grupo de la Seguridad del Estado, de [la] Inteligencia, aquí en Camagüey, y todos sus subordinados tenían el placer de conocerme y él aún no. Aún no había tenido el placer de conversar conmigo y quería, “amablemente”, en sus palabras, conversar conmigo, saber cómo yo pensaba y por qué yo estaba ahí en esa situación. Pero no fue más que un interrogatorio. 

¿A qué distancia de tu domicilio estaba la prisión? 

La Segunda Unidad de la policía de Camagüey está de mi domicilio a alrededor de dos kilómetros. Pero luego fui trasladada a la Unidad Contra el Crimen Organizado [UCCO], en la ciudad de Camagüey, que queda a alrededor de cinco kilómetros de mi vivienda. Trasladarse allí para mi familia era más complejo. Incluso por el trámite, porque ellos llegaban en la mañana, pero no les permitían entregar los víveres que llevaban hasta entrada la tarde, casi la tarde-noche. Les hacían pasar muchas horas a nuestras familias para entregar los víveres, la ropa y lo que nos llevaban. Era un castigo tanto para nosotros que estábamos en prisión como para nuestras familias, porque al salir de allí se les dificultaba regresar, retornar a casa. 

¿Crees que esos centros penitenciarios están acorde a la edad, al género y en correspondencia con el estado del proceso penal, tomando en cuenta el principio internacional de separación por edad, género, sanción, que establece la norma de tratamiento para reclusos? 

No he leído el tratamiento para reclusos, pero en la Segunda Unidad de la policía, que fue el primer calabozo al que fui en mi vida, había menores de edad, había niños de 16 años. Eso me llamó mucho la atención. Más allá de las condiciones infrahumanas y de sanidad. Los hombres y las mujeres estaban separados. Al menos ellos lo determinan de esa manera. No creo que si en la Segunda Unidad alguien hubiera manifestado [identificarse] con otro género sexual hubiera sido separado. En la UCCO también se separaron hombres y mujeres. 

En la primera estación de policía donde estuviste, ¿con cuántas personas conviviste en la celda?, ¿qué espacio tenía?, ¿cuántos baños?

Estuve yo sola. Nunca compartí celda con otra persona. Cuando estuve en la que categoricé como una mazmorra, porque era oscura, llena de cucarachas, de ratones, húmeda, sin ventilación, estuve sola. Después, cuando se me trasladó para otra celda, que era mucho más pequeña, quizás tenía 2 x 2, también estuve sola.

¿Fuiste en algún momento discriminada por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen social, fortuna?

Yo me siento discriminada. Tal vez muchas mujeres no se sientan así cuando son acosadas prácticamente por hombres. Hay personas a las que les gusta ser halagadas. A mí, no. Si no es mi pareja o alguien que me gusta, no quiero ser halagada por un hombre, menos por un oficial de la policía o de la Seguridad del Estado. A mí me sucedió de todo ese 14 de julio. Cuando ese oficial me vino a entrevistar, yo estaba con el período menstrual y no me habían facilitado el avituallamiento para poder, como mujer, cubrir, limpiar mi sangre. Quiere decir que yo asistí a esa entrevista manchada. Esa es la primera violación que encuentro.

La segunda violación es que yo tenía dolores. Dolores de las magulladuras que había sufrido en la manifestación, cuando fui raptada por los oficiales de la policía, y por el proceso menstrual. Eso nunca se me respetó. Ellos no me preguntaron cómo me sentía, cómo estaba, si estaba sangrando, si necesitaba avituallamiento. Y yo estaba sangrando, mi ropa estaba manchada. Así y todo, tuve que someterme a un interrogatorio de prácticamente tres horas. Y ese señor estaba allí, muy feliz, como si se estuviera tomando una copa de vino conmigo, como si fuera mi amigo, cuando me estaba interrogando. 

Luego, lo que tiene que ver con la opinión política. Ellos, por supuesto, lo primero [que hacen] es decir que no quieren cambiarme, que no quieren que piense como ellos. Ellos quieren charlar, entender por qué yo había llegado a ese punto, analizarme psicológicamente, desmembrar mi vida, hablar de mi familia, de mi padres, amedrentarme con mi hijo, que es menor de edad, con que tenía que cuidarlo. Ellos quieren amedrentarte todo el tiempo por tu opinión política y juzgar cómo piensas o te desenvuelves en la vida cotidiana. 

En lo que respecta a la salud, ¿contaste en la prisión con algún mecanismo de reconocimiento de tus necesidades de atención, incluida la salud mental? 

No, al entrar en prisión, no. Solo en la Segunda Unidad, después de las 72 horas, cuando Neife Rigau, una chica que estaba ahí, colaboradora del medio de prensa La Hora de Cuba, se desmayó; un señor que estaba allí sufrió un ataque de epilepsia; otra señora, diabética, sufrió una crisis, fue que los llevaron al hospital. Y al otro día, 24 horas después, fue que se vino a presentar una doctora para hacer algún reconocimiento a las personas que nos pudiéramos sentir mal. 

En esa sola ocasión accedí a los servicios médicos, cuando llegó la doctora y me dio en ese momento algunas compresas, almohadillas sanitarias para yo poder usar, y unas dipironas para que se me aliviara el dolor de cabeza. En los diez días que estuve por esos sitios penales no me proporcionaron almohadillas sanitarias o artículos de aseo personal. Los artículos de aseo personal que yo tuve me los llevaron de mi casa, luego de 48 horas menstruando, sudando, sin poderme lavar el cabello, sin tener avituallamiento ni nada.

Prácticamente al final de los diez días, tal vez en el octavo, si mal no recuerdo, estaban poniendo la vacunación de la covid-19. En ese momento me atendió una doctora, ya en la UCCO, y me proporcionó la vacuna para la covid. 

¿Disponen los penales por donde transitaste de adecuadas condiciones de higiene, adecuado volumen de aire, suficiente espacio, correcta iluminación y ventilación? ¿Podrías describir las condiciones de la celda? 

Ninguno de los dos sitios donde yo estuve disponen de esas condiciones. La primera celda era de alrededor de 2 x 3, totalmente oscura, con ratones, cucarachas, donde yo prácticamente no podía ver ni la palma de mis manos. Estaba en una oscuridad total. Esas fueron mis primeras 72 horas en una prisión. Luego me trasladaron a otra celda de 2 x 2 metros, húmeda, con olores fuertes, pero ya allí tenía un poquito más de iluminación. 

Y cuando me trasladaron a la UCCO, éramos seis mujeres para solo dos camas en un cuarto de 3 x 3 metros, con un solo baño, donde no había condiciones higiénico-sanitarias apropiadas. La ducha tenía un desperfecto, la taza del baño, el lavabo… No había colchones para dormir. Teníamos que dormir en el piso. La luz permanecía constantemente encendida.  No había buena circulación de aire, ni ventilación, un calor horrible que teníamos que sufrir allí.  

El agua que había en prisión era de la llave, del acueducto. No se podría decir que tuviera los índices adecuados de salubridad. La otra agua que recibí me la traían de mi hogar.

¿Cada cuánto tiempo se limpiaban las celdas y los baños? ¿Se desinfectaban correctamente? ¿Lo hacían los reclusos o trabajadores externos? 

En la Segunda Unidad, donde estuve detenida, las celdas no las limpiaron nunca: la primera tenía unas condiciones infrahumanas, donde el lavabo, la taza y el baño estaban tupidos, llenos de esponjas y cucarachas y ratones. Esa celda nunca fue limpiada en las 72 horas que estuve allí. La segunda celda tampoco fue limpiada.

En la UCCO la celda estaba limpia porque había una reclusa, por otras causas que no tenían que ver con el 11 de julio, que era quien mantenía la celda limpia con una esponja que le había proporcionado un guardia. A las reclusas que entramos allí tras el 11 de julio nos pusieron a todas en esa misma celda y hacíamos entre todas la limpieza de ese sitio. Ningún guardia limpió nunca, ni examinó la limpieza que debía de existir tanto en las partes sanitarias como en el área común donde estábamos. 

¿Tuviste acceso directo a comida en la cantidad, balance y calidad necesaria con suficiente valor nutritivo y servida en contenedores propios? ¿En qué horario le suministraban los alimentos? 

A nosotros nos suministraban los alimentos tres veces al día: desayuno, almuerzo y comida; pero en ninguna de estas ocasiones tuvo calidad. Incluso se cambió toda mi dieta porque el alimento era totalmente líquido. En el desayuno nos proporcionaban, se podría decir, una infusión en las mañanas, como hierbas cocidas, con una bola de pan y algún valor nutricional, que en esos días era un huevo. Luego, en el almuerzo, un caldo de huesos, aunque no tenía las condiciones higiénicas necesarias. En ocasiones estaba malo; no mal elaborado, sino podrido, había sido mal conservado.  

Recuerdo que, en la Segunda Unidad de la policía, el miércoles ese no pude almorzar porque fui interrogada de las 11:30 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Pero en la noche se nos proporcionó un arroz con frijoles y pollo. Fue la comida de mayor calidad que tuve en los 10 días que estuve en prisión. 

¿Estuviste o estuvo alguna reclusa de tu entorno sometida a incomunicación, segregación o módulo de vigilancia especial o semi aislamiento? 

En carne propia yo sufrí ese semi aislamiento porque, cuando otros reclusos estaban hasta dos en una misma celda, yo estuve sola todo el tiempo las primeras 72 horas. Luego estuve con otras reclusas en la UCCO; pero al menos ahí no noté ese punto. 

¿Tuviste acceso a los documentos concernientes a tu caso, tales como la orden de reclusión? En ellos, si los pudiste ver, ¿se consignaba tu identidad, los motivos de reclusión, la autoridad, la fecha que lo dispuso, la hora, el lugar de la detención, los traslados, información de contacto de tus allegados, las lecciones que tuviste y o quejas por malos tratos? 

Solo en el último momento, ya al final de ese período de diez días, cuando el fiscal César Recio se entrevistó conmigo. Fue la única persona que me proporcionó los datos de quién había puesto el hábeas corpus, todo lo que tenía que ver con mi expediente de detención, a la hora que se me había detenido, por qué se me había detenido y esa serie de cosas. 

¿Solicitaste que te fuera entregada una copia certificada en el momento de la puesta en libertad? 

Sí, lo solicitamos. Pero la fiscal que nos atendió no nos entregó esa copia, simplemente nos dijo que el caso estaba archivado. 

¿Dirías tú que en algún momento se perdió la perspectiva de los objetivos de las penas y las medidas privativas de libertad que son principalmente proteger a la sociedad contra el delito y reducir la reincidencia? 

Sí, en todo momento se perdió la perspectiva. 

¿Por qué lo crees? 

Empezando, por el caso del menor de edad que estaba en la celda cuando yo me encontraba en la Segunda Unidad. Un niño detenido en una celda para adultos, en una unidad de la policía donde deben estar los adultos. Y luego, nosotros, que nos manifestamos pacíficamente, las personas que fueron detenidas juntos conmigo, no estábamos ejerciendo ningún delito en la calle, en la vía pública. Cuando fui detenida, yo estaba parada en una esquina, no estaba accionando con mi cuerpo ni estaba gritando. El policía que me arrestó me aplicó una llave de inmovilización sobre mi cuerpo y me arrastró por la calle, ocasionándome varios golpes y hematomas debido a esta acción. Y en ese momento fui raptada, se podría decir.

Luego de estar 72 horas en una celda totalmente oscura, me trasladaron a otra prisión sin darme ningún motivo o explicación. Se podría decir que es como una técnica para que yo me vuelva vulnerable ante el represor. Ya habían pasado 72 horas de mi detención y no me decían que tenía derecho a un abogado.  Después, llevarme a la UCCO y estar seis días más sin tener ningún tipo de explicación, sufriendo interrogatorios dos a tres veces al día, siendo amenazada, siendo coaccionada con implicaciones para mi familia y para mi hijo menor de edad. 

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Nunca, en el término de esos diez días, Iris recibió explicación de cuál iba a ser el proceso real a seguir. Se enfrentó a tratos hostiles en interrogatorios, algunos a deshoras, en los que se cuestionó su pensamiento y su evolución en el activismo político. Durante su reclusión, sólo pudo ver a un miembro de su familia. Fue el mismo día que le dieron la salida. Aunque su causa fue archivada, los oficiales de la Seguridad del Estado fueron a visitar a su familia en más de una ocasión mientras estaba detenida, y les realizaron interrogatorios. También sus amigos fueron cuestionados en la vía pública.

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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.

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