Entrevistas

Ktivo Disidente: “las condiciones de vida de un preso en Cuba son inhumanas”

Por: Raúl Medina Orama

Carlos Ernesto Díaz González es un hombre recio de 40 años con vocación para la música urbana. Comenzó su camino como disidente cubano mucho antes del 27 de abril de 2022, pero fue entonces que un gesto público suyo alcanzó eco en redes sociales y medios fuera de la Isla. 

Ese día, se difundió un video suyo manifestándose a viva voz sobre un muro del céntrico Boulevard de San Rafael, en La Habana.  Ktivo Disidente, como se le conoce popularmente a Díaz González, hablaba a favor de la libertad de los disidentes y pedía derechos humanos para todos los cubanos, sin distinción ideológica. La respuesta del poder, intolerante con la desobediencia pública, fue recluirlo en algunos de los penales cubanos más duros: los de Valle Grande y el Combinado del Este, en La Habana; y la cárcel de Ariza, en su provincia natal de Cienfuegos.

Las condiciones insalubres y de mala alimentación de las prisiones agravaron la salud de Ktivo, hoy exiliado en Estados Unidos, desde donde sigue de cerca la situación de Cuba y los presos políticos.

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas para registrar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad, y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿Por qué motivo estuvo preso?

Fui secuestrado de manera ilegal por protestar en San Rafael e Industria, en Centro Habana, el 27 de abril de 2022. Las personas encargadas de reprimirnos [la Seguridad del Estado y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR)] me condujeron a una unidad pequeña de la policía en Centro Habana y luego a la de Zanja. Después me llevaron a Villa Marista y en la madrugada para la ciudad de Cienfuegos, con la cabeza entre las rodillas. No sabía adónde iba, solo que el tramo era largo, por carretera. Tenía a dos policías conmigo en la parte trasera del carro.

Finalmente, me enteré que estaba en un área del reparto Pueblo Griffo, en Cienfuegos, para instruirme por cargos de desobediencia y desacato. En ningún momento acepté que debía ser instruido y me negué a declarar o firmar ningún documento. Querían disfrazar el secuestro con un proceso penal espurio en mi contra, donde yo apareciera como el culpable de algún delito del Código Penal.

¿Recibió información sobre sus derechos, el régimen penitenciario al que sería sometido, las vías habilitadas para recibir información o presentar quejas?

Nunca me dieron ningún documento que recogiera los derechos que tenemos las personas a privadas de libertad ni que me capacitara para saber quién me podía asistir en caso de que estos, si es que existen, eran violados. Tampoco lo pedí. Nunca tuve esos debates. Siempre me consideré secuestrado hasta que me pusieron en libertad.

¿Tuvo acceso a los documentos concernientes a su caso?

Tampoco. Nadie me facilitó nada de eso y yo me negaba siempre a firmar los documentos iniciales de instrucción.

¿Lo interrogaron agentes de la Seguridad del Estado durante el proceso?

Siempre me instruyeron funcionarios de la Seguridad del Estado: un señor que se hace llamar “Peñate”; “Camilo”, al que le faltan unos dedos y parece que es un represor notorio en Cienfuegos; otro al que le dicen “Raúl”. Los oficiales de la PNR no tuvieron ningún roce con mi caso.

¿Cómo son esos interrogatorios?

Siempre tratan de hacerte ver culpable de algo, sobre todo si estás bien definido y convencido de que estás ahí por un asunto netamente político. Buscan fisuras en tu conocimiento de la ley para incriminarte y justificar tu encarcelamiento. Presumen que saben todo, con ese modus operandi del policía malo y el policía bueno, para desestabilizarte psicológicamente.

Te das cuenta que el poder que tienen es tremendo. Incluso, que supera el de los funcionarios que dirigen las instituciones penitenciarias, porque fácilmente pueden garantizarte beneficios si accedes a colaborar con ellos y asumes una conducta de sumisión. Su trato varía según tu comportamiento. Son más agresivos cuando te comportas irreverentemente. Cuando tienen que fingir un trato agradable, incluso hasta afectivo, lo hacen sin ningún tipo de reticencia.

¿Cuánto tiempo estuvo en prisión? ¿Cumplió su sanción íntegra? 

Estuve preso desde que me bajaron en San Rafael hasta que me pusieron en libertad condicional el 1 de junio de 2023. O sea, más de un año. Antes de excarcelarme me habían sacado para un régimen más abierto, en una prisión chiquita que se llama Baldosa, en Cienfuegos. Antes de eso, en Ariza, siempre me tuvieron en un régimen de celda solitaria, en el tercer piso de esa prisión.

Hice varias huelgas de hambre. Antes de ser puesto en libertad, emprendí una para sumarme a una protesta que hicieron otros 16 presos en la Isla para visibilizar nuestro activismo desde la condición de presos políticos. A los ocho días me bajaron a la enfermería y me dijeron que al día siguiente salía en libertad.

Ese día me metieron en una oficina con aire acondicionado donde había platos con carne de puerco asada y cerveza. Dijeron que estaban muy contentos de que el Tribunal me había concedido la libertad, pero me advirtieron que “adecuara” mi postura a sus exigencias políticas, porque podían regresarme a la prisión. Querían venderme que el Tribunal es soberano, pero para mí es otro resorte del poder ilimitado de la Seguridad del Estado.

¿Cómo era para su familia visitarlo en prisiones tan lejanas?

Ariza está en un lugar aledaño al municipio cabecera de Cienfuegos, no tan lejos de mi familia. Pero cuando estaba en La Habana, en Valle Grande y el Combinado del Este, a mi mamá sí le resultaba trabajoso visitarme. Varias veces me amenazaron con mandarme a una prisión en Guantánamo.

¿Cree que esos centros penitenciarios estaban acordes a su edad, género y estado del proceso penal?

No sé cómo los tratados y organismos internacionales describen que deben ser las condiciones mínimas para las personas en reclusión. Pero sí puedo garantizar que lo que se practica en Cuba con la población penal, sea de presos políticos o por delito común, es súper aberrante. Las condiciones de vida de un preso en Cuba son inhumanas.

¿Fue discriminado por algún motivo?

En Ariza me segregaron por motivos puramente políticos. Me encerraron aislado en una celda por mucho tiempo, recibiendo epítetos peyorativos: “vendepatria”, “gusano”. Lo que pasa es que yo sabía defenderme e impugnaba todo el tiempo. Eso me mantuvo siempre con una ventaja moral que ellos nunca pudieron rebasar.

¿Cree que todos los prisioneros son tratados igualmente?

No. Hay “patentes de corso” para los presos delincuentes comunes que colaboran con ellos. También están los que venden el alma al diablo a cambio de beneficios. Los chivatones tienen ventajas.

En cuanto a los presos vinculados a temas políticos, si mantienes una postura irreverente, y sobre todo lesiva a su régimen político, sí te hacen vivir en las peores condiciones, con ausencia de todos los derechos que, supuestamente, debes tener. Como el motivo es político, incrementan las medidas vejatorias. Buscan que reniegues de tu credo político y modifiques tu conducta para que no continúes siendo una persona denunciante de sus desmanes. Es terrible lo que le hacen a los presos políticos cuando ven que no van a cambiar su forma de pensar. A mí me sometieron a golpizas, me arrojaron excrementos y orines de otros reclusos a través de unas rejas…

O sea, que hay reclusos en posición de poder sobre otros. 

Sí, los que la oficialidad identifica como los presos más temidos. Mientras más delincuentes son, mientras más baja es su catadura moral, mejor para las autoridades. Por lo general, los asesinos, criminales connotados, tipos que infunden temor entre los demás reclusos, son los escogidos. Nunca he padecido a estos sujetos porque siempre me les he impuesto, pero sí he visto que otras personas han sido víctimas de abusos.

¿Disponen los penales por donde transitó de condiciones para los reclusos con discapacidades físicas, mentales o de otra índole?

Las prisiones por las que pasé se venden como idóneas para recibir a personas con deficiencias físicas o mentales, pero eso es totalmente falso. El sistema penitenciario cubano es muy cruel en ese sentido. Yo vi cómo castigaban a personas enfermas mentales con el rigor de una persona sana. Las ponen a vivir con la población penal común y se ven millones de atropellos.

Yo conviví con uno que se inyectó petróleo y perdió las dos manos. Considero que no debía estar ahí en ese estado. Las prisiones cubanas no tienen las garantías que debe tener el ser humano al pasar por una situación como esa. Esas personas deben contar con condiciones que respeten su paso por esas instalaciones.

¿Le garantizaron la atención médica mientras estuvo preso?

La primera vez que me examinaron fue “encarretillado”: me forzaban los hombros al máximo, esposado a la espalda, por las muñecas, me alzaban lo más que podían y me obligaban a doblarme y caminar deprisa. Me llevaron a un médico joven que le dijo al guardia que me quitara las esposas porque así no me podía sentar. Vio que estaba agitado y me puso un aerosol. Me pesó y me reconoció. Después me subieron para la celda y nunca más me hicieron un examen de rutina.

Me afectaron significativamente las hemorroides. Incluso, terminé en el hospital una ocasión por una crisis bien delicada. Eso, sumado a la escasez de medicamentos, a la falta de asistencia médica y a las huelgas de hambre voluntarias, me bajó la hemoglobina tremendamente.

Un día me dieron una golpiza y me bajaron para que supuestamente me hicieran un chequeo de las lesiones. El médico, Alexander Ocampo, dijo que yo tenía una partidura en un labio pero nunca mencionó los pómulos hinchados ni la nariz toda partida. A muchos médicos que practican en estos centros penitenciarios yo los despojara del título, porque firman un juramento hipocrático que no practican.

Dice que los medicamentos eran escasos…

No hay suficientes. Quizás tienen cubierto un grupo muy pequeño de algunos medicamentos que hacen falta para sostener una prisión con más de 1.000 reclusos. Pero por lo general no tienen, como tampoco insumos. 

¿Podía realizar ejercicios físicos al aire libre?

Mi derecho a tomar la luz del sol nunca se me concedió, y tampoco hacer ejercicios físicos.

¿Con cuántos reclusos convivió? ¿Podría describir su celda?

En la prisión de Ariza nunca conviví con reclusos en la misma celda. Estaba en un pasillo de 12 o 13 celdas, siempre en régimen de aislamiento, en una celda de 1.40 por 2 metros y algo, sin iluminación. Una cama de cemento de, digamos, 1.80 metros. A continuación, “el turco”, que es como llaman a esos baños de un hueco en el piso. Y una batea donde cogía agua una vez al día para mis necesidades básicas.

Solamente éramos dos presos en esa área, que no tenía comunicación prácticamente con nadie, a no ser las pocas veces que metieron pacientes de VIH al lado.

¿Le daban artículos de aseo para la salud y la higiene?

Cada mes dan lo que los presos llaman “la cuota”, que es un jabón y un papel sanitario que no alcanzan para nada. Los presos tratan de traficar con eso: comprárselo a otro, cambiárselo por cigarros, para sacarlo y venderlo en la calle. No dan máquinas de afeitar. Otros productos para necesidades básicas de hombres, como crema de afeitar, no existen. 

¿Cómo era la alimentación?

La alimentación en las cárceles es repugnante. No hay inocuidad en los alimentos, sobre todo en su manipulación. Los útiles que utilizan son asquerosos. Para rematar, no es proporcional a la cantidad de minerales y vitaminas que necesita el ser humano. Una bandeja de comida de la prisión de Ariza da deseos de vomitar.

¿Estuvo incomunicado cuando realizó alguna de sus huelgas de hambre?

A quienes hacen inanición voluntaria, los envían a la famosa “tapiada”, una celda totalmente cerrada, con una tapia en la reja, donde no ves absolutamente nada. Es oscura, con un “turco” para las necesidades fisiológicas, sin agua. Es muy denigrante e insalubre. Allí pasé 12 días en una ocasión, sin comer ni ingerir alimentos. Cuando ven que tu salud se está deteriorando, te pasan para una enfermería y empiezan con otros protocolos.

Antes de que un recluso sea sancionado con aislamiento o reducción de alimentos, ¿un médico certifica si puede soportarlo? 

Los que se declaran en huelga de hambre primero son introducidos en estas celdas tapiadas y desprovistos de atención médica. Todo esto con el beneplácito de los jefes de la prisión. Los lunes pasa un médico y te mira a través de la reja. Yo en varias ocasiones le pregunté si no tenía que auscultarme, tomarme la presión… Era algo solo protocolar.

En la prisión mi salud cambió tremendamente. Yo no era una persona que tuviera problemas con la tensión arterial y ahora parece que soy hipotenso, porque me baja terriblemente. Puede ser por mis huelgas de hambre, que no fueron prolongadas pero sí contínuas. En total hice 76 días de inanición voluntaria durante el año y dos meses que me tuvieron secuestrado.

¿Recibió usted o sus compañeros algún trato hostil de los oficiales de la prisión?

Muchísimos. Yo no me vestía de preso. Nunca me paré en firme a rendirle marcialidad a ninguno de ellos. Eso me costó que me golpearan. Cuando entré a la prisión, me aguantaron entre 20 personas para obligarme a poner el traje de preso. Yo consideraba, y se lo dije al jefe de la prisión, que los hombres libres no tienen por qué vestirse así.

Osmel Aguiar Pérez también fue brutalmente golpeado por los mismos guardias que me golpearon a mí. Y no pasa absolutamente nada. Esta gente tiene un poder tremendo sin el mínimo contrapeso.

Decía antes que llegaron a colocarle esposas…

Esposas y una cosa que llaman “shakiras”, que son en los pies y en las manos. Todavía tengo las marcas, las cicatrices. El día que me hicieron la carretilla me apretaron las esposas al máximo y me empezaron a torturar con eso, con las manos detrás.

¿Usted o algún conocido suyo fue llevado a juicio disciplinario en la prisión?

Cualquier cosa te lleva a juicio disciplinario. Yo mantuve una postura irreverente y me amenazaban con enjuiciarme. Les respondía que podían hacerme diez, veinte. Ellos sabían que yo estaba ahí sin ningún motivo.

¿Cuán común es que los reclusos sean sancionados por infracciones dentro del penal?

¡La cantidad de injusticias que se cometen a diario! Por cualquier cosa, ellos tienen la prerrogativa de fabricarte un delito, llevarte a consejo disciplinario y luego a tribunales.

¿Presenció o supo de alguna muerte o intento de suicidio bajo custodia?

Sucede a diario. En una celda continua a la mía alguien se cortó las venas, yo vi la sangre. Otro se quiso ahorcar. También se ahorcó un muchachito de Cruces. Otro, de nombre Cachipiro, se inyectó petróleo en los riñones y murió. Estando yo, fallecieron unos cuatro reclusos.

¿Cree que las medidas privativas de libertad protegen a la sociedad contra el delito y reducen la reincidencia?

Las prisiones de un Estado comunista totalitario son un desastre. La inmensa mayoría de los delitos son cometidos por necesidades económicas básicas, aunque las autoridades no lo reconozcan. Para mí, muchos presos “comunes” en realidad son presos políticos. La población penal cada día asciende más.

Las autoridades te llevan a estos lugares no para “reeducarte”, sino por tus criterios políticos, opuestos al dogma oficial. De esa manera castigan a los cubanos que nos enfrentamos al comunismo, una ideología  que segrega, persigue, encarcela y ejerce un poder coercitivo sobre la población que abiertamente dice que no es comunista.

¿Tenía comunicación con sus familiares o allegados?

Me privaban prolongadamente de mi derecho al uso del teléfono y visitas conyugales. Cada 15 días podía llamar a mi esposa unos tres minutos, con el jefe de la prisión al lado mío, con dos guardias y dos perros, porque yo hacía denuncias delante de ellos. Cuando denunciaba por teléfono, ellos me irrespetaban, me golpeaban y me volvían a encerrar, para acallarme. 

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Ktivo Disidente cuenta que personas cercanas a él también sufrieron represalias por su encarcelamiento. Contra su esposa hubo “persecución y humillaciones” y hasta “amenazaron con expulsarla de su trabajo” en un hospital de Cienfuegos. “A mi mamá y a mi papá también los chantajeaban, los amenazaban”, aseguró, confirmando lo que han expresado otros entrevistados en esta serie: que las autoridades hacen pagar un alto costo no solo a los presos políticos, sino también a sus familias.

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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.

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