José Díaz Silva: en Cuba “no hay intención de mejorar la vida del preso, sino de perjudicarla”
Por Raúl Medina Orama
El 24 de diciembre de 2022, José Díaz Silva (La Habana, 1963) fue sacado de la prisión habanera de máximo rigor Combinado del Este y llevado directamente al Aeropuerto Internacional José Martí con boletos de ida, sin retorno, para Estados Unidos. El destierro junto a su esposa, otra activista por los derechos humanos, fue la única salida que el gobierno cubano le dejó al veterano disidente, quien a sus 62 años purgaba otra de sus condenas políticas y corría el peligro de morir en prisión si avanzaban otras causas fabricadas que prolongarían su reclusión durante muchos años más.
Díaz Silva lideró en la Isla el Movimiento Opositores por una Nueva República (MONR) y representó a la organización Movimiento Democracia (MD), entre otras iniciativas opositoras a las que se vinculó. Su familia ha estado ligada a la disidencia y ha sentido las consecuencias de la represión. Sus dos hijos varones, José y Ernesto Díaz Esquivel también fueron presos políticos. Su esposa, Lourdes Esquivel, es una veterana integrante del movimiento Damas de Blanco. Pero entre los suyos, nadie pasó más tiempo que él en las prisiones cubanas, lugares donde, asegura, no se les reconoce ningún derecho a las personas.
Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas para registrar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad, y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.
¿Por qué motivo estuvo preso?
Estuve en prisión en siete ocasiones. En 1981, cumplí un año y seis meses entre La Cabaña y el Combinado del Este por salida ilegal del país. En 1988, estuve tres años y seis meses entre las prisiones de Quivicán, Aguacate y Guasán supuestamente por sacrificar un caballo de mi propiedad. En 1994, cumplí seis años entre el Combinado del Este, Guasán y Melena del Sur por otro sacrificio de ganado del que no tenían pruebas. En 2004, me condenaron a cuatro años* por “peligrosidad”, pero en realidad fue por mi actividad política. En 2007, estuve seis meses en Valle Grande por “resistencia”. En 2009, cumplí un año de nuevo en Valle Grande por “instigación a delinquir”, aunque no me realizaron juicio. Y en 2022 me condenaron a dos años por “amenaza” y me estaban fabricando otras causas. Me sacaron del Combinado del Este el 24 de diciembre y vine para Estados Unidos con una visa especial que me dio este gobierno.
¿Qué tan lejos estaban estas prisiones de su domicilio?
Algunas están fuera de La Habana. Estuve en cárceles de Mayabeque y de Matanzas, a cientos de kilómetros de mi casa. Cuando llegas al pueblo donde están, tienes que caminar kilómetros o montar en tractores para llegar. A los presos políticos, que son los más odiados por el régimen, pueden enviarlos a provincias bien lejos de la suya. Eso lo hacen no solo para mantener preso al opositor, sino para mantener sufriendo a la familia.
¿Le informaban sus derechos cuando llegaba a prisión?
Desde que uno cae en una estación de policía, sea por problemas comunes o políticos, la persona pierde todos los derechos. En la prisión no te leen nada sobre eso. La visita [familiar] te la dan porque está en un reglamento, pero no la puedes exigir como un “derecho”. Te la dan como si fuera un beneficio otorgado por la policía de las prisiones. Lo mismo pasa con el teléfono. Actúan como si tuvieras que agradecerles porque ellos te dan visitas, derecho a teléfono o a un pabellón [conyugal].
Como preso político, yo sabía cuáles eran mis derechos, porque he leído algo de la Constitución y de las leyes de prisión. Sé que tienen que alimentarte, sacarte al sol. A las personas mayores de 60 años, como yo, tienen que buscarles un lugar donde puedan caminar, hacer ejercicios. Pero cuando vas a la realidad, esos derechos se pierden. La policía y las autoridades de prisiones no tienen esos documentos en un lugar donde el preso pueda ver sus derechos, ni se los hacen saber. Eso lo va conociendo el preso a través del tiempo.
¿Fue interrogado por agentes de la Seguridad del Estado durante su reclusión?
Lo primero que hacen los represores de la Seguridad del Estado cuando ya tienen pensado mandarte para una prisión es interrogarte para ver en qué pueden apoyarse para tramar una condena con los fiscales, los jueces y la policía. Sabemos que es por nuestra postura política, por ser activistas de derechos humanos. Cada vez que la Seguridad del Estado te detiene, es para amenazarte no solo a ti, sino a tu familia.
¿Cree que los centros penitenciarios por los que pasó estaban acordes a su edad o el estado de su proceso penal?
En 1981 yo tenía 22 años. No se tuvo en cuenta que era una persona joven. Estuve en el Combinado del Este, en el Edificio 1, con reclusos reincidentes. Quivicán tampoco estuvo acorde con el delito imputado. Estaba allí con personas con [condenas de] 30, 40 años por matar a mujeres, a niños, igual que en las prisiones de Melena, Agüica y Valle Grande.
Esta última vez, en el Combinado del Este, me tuvieron solo en una celda [de castigo] de 2×4, sin condiciones para mi edad. Para que me sacaran un ratico al sol, tuve que plantarme en huelga de hambre varias veces. Me sacaron esposado de manos y pies con las “shakiras” y me llevaron para otra celda con rejas arriba. En 11 meses me dieron tres o cuatro visitas. Cuando me sacaban, estaba esposado y con guardias que llevaban perros al lado mío, como si yo fuera un asesino, un delincuente. Todo esto es dirigido por la Seguridad del Estado.
¿Cómo es la vida dentro de las prisiones en las que cumplió condena?
En la prisión de La Cabaña, en la Zona 2, las compañías eran para 40 hombres, apretados, pero metían hasta 160 o 200 presos. Muchos dormían en el suelo. Las compañías de la Zona 3 eran para 10 o 12, pero metían hasta 60. En la prisión 1580, en La Habana, hay compañías largas para 15, 20 o 25 hombres, pero encerraban hasta 80 y 90 hombres en literas de 3, con un espacio de 50 centímetros entre una y otra. Cuando había muchos presos, era menos, no cabía un hombre parado.
Igual pasa en el Combinado [del Este]. La última vez estuve en una compañía que era para tres, pero antes de llegar yo ya había seis. Había compañías un poquito más largas con veintipico y 30 hombres y solo un baño. Hay que imaginarse cómo viven esos presos, el sufrimiento que pasan para ir al baño o bañarse.
¿Hay diferencias en el trato a los presos?
Si eres un preso político, tienes que saber que hay odio contra ti y tu familia. Con los comunes, varía. Si están por delitos menores, el maltrato es mayor. Sienten más odio contra un preso común con delitos menos graves que contra uno con delitos graves. A los asesinos y violadores los tratan mejor porque suelen ser los escogidos para integrar el “Consejo”, lo que antiguamente se conocía como “Disciplina”.
Los escogen para mantener el control y disciplinar a los presos. Son los encargados de decir a los oficiales si un preso político habla mal de la Revolución, o de hacerles el trabajo sucio: amenazar a los políticos, decirles que los pueden asesinar o hacerles horrores. Esto lo hacen para acobardar, ordenados por la Seguridad del Estado, que es la que controla todo. En Valle Grande, había un grupo, autorizado por los oficiales, que tenía un cuchillo para atentar contra mí, según el testimonio de un expreso que lo denunció cuando se fue del país.
¿Convivió con alguien que tuviera algún tipo de discapacidad?
Estuve con personas discapacitadas a las que les faltaba un brazo, una pierna. También con presos enfermos mentales, que buscaban hierro para tragárselo, se acuchillaban la barriga, se echaban encima su propio excremento o te lo tiraban para dentro de la celda. Esta última vez, en el Combinado del Este, estaba al lado de otra celda donde metían a enfermos de SIDA, sarna y demás. Yo sabía que me tenían en ese pasillo para ver de qué manera podían joderme la vida, enfermarme.
¿Existen condiciones en la prisión para estas personas?
No. Las personas discapacitadas estaban en las prisiones como todos, buscando cómo sobrevivir. Algunos no tienen familia y tienen que abastecerse de lo que dan en prisión. Muchos enfermos mentales se agredían o trataban de ahorcarse. La medida era esposarlos a un banco o a una reja para controlarlos. La única condición, en prisiones como el Combinado del Este, es que cogen un piso para tenerlos ahí.
¿Usted tenía garantizada atención médica en la prisión?
Que yo sepa, no. Cuando lo vi fue porque las familias estaban denunciando. Entonces te ponían un médico, pero para justificar, porque realmente no iban a atenderte. El preso tenía que resolver los problemas como pudiera, con mediación de su familia, aunque muchas veces no te dejaban entrar medicamentos. La familia tenía que pasarlos a escondidas o colarlos con prisioneros que se solidarizaban con los presos políticos.
Muchas veces yo tenía que automedicarme o aguantar los dolores. Tiene que ser una cosa muy grande para que nos lleven a un hospital de la calle. Cuando un preso se muere o tienen que sacarlo corriendo para un hospital es por falta de atención médica oportuna, que no quisieron darle en la prisión. A los presos comunes con trato diferenciado sí los sacan a hospitales y les ponen tratamiento, pero no es algo usual.
O sea, que el acceso a medicamentos es deficiente.
Hay personas enfermas mentales o de otro tipo a las que sí les dan medicamentos o dieta. Para ellos, el enfermero pasa por la mañana y por la tarde. Pero son muy pocos. No es fácil que te den un tratamiento. Cuando pides una pastilla, muchas veces la policía dice que no hay. Otras veces dicen que el preso está inventando para salir de la celda. Muchas personas mueren por falta de atención médica.
¿Qué sucede con la atención para la salud sexual y reproductiva?
Cuando entras en la prisión, uno de los derechos que te quitan es el de tener relación privada con tu esposa. En el caso de los políticos, se lo dan cuando la policía o la Seguridad del Estado quiere. En el Combinado del Este, creo que la primera vez que me lo concedieron fue a los tres meses, y después pasaron cuatro para tener otro. Eso mismo pasa con las visitas: la Seguridad dirige cuándo puedes ser visitado.
Durante el tiempo que estuvo preso, ¿podía realizar ejercicios físicos al aire libre?
En algunas prisiones, sí; te sacaban de la compañía o la celda y te llevaban para un patio, siempre cercado, donde podías caminar, correr, coger sol y aire. Pero en 1981 [en La Cabaña] y ahora en 2022 [en el Combinado del Este], siempre estuve en una celda. Nunca pude disfrutar del aire libre ni hacer ejercicio. Cuando lo autorizaba la Seguridad del Estado, me sacaban a otra celda de 4×4 para coger sol y caminar. Habitualmente estaba en una celda donde no podía ni caminar; solo levantarme de la cama para ir al baño.
¿Disponen los penales de condiciones adecuadas de higiene, iluminación y ventilación?
No. Tú mismo tienes que mantener la higiene. El “Consejo” [de reclusos] maneja esto. Pero no puedes mantener una higiene adecuada cuando estás con personas enfermas mentales, o con 80 presos en un lugar estrecho, con pocos baños. Ahí no hay condiciones para vivir.
¿Cómo son los baños de las prisiones en las que estuvo?
No son privados, sino “turcos”: un hueco en el cemento donde el hombre se agacha y hace sus necesidades. Para bañarse, tienen que esperar que venga el agua. En la prisión 1580, por ejemplo, había una tubería que salía de la pared. Cuando venía el agua, se mantenía abierta hasta que la quitaban. Por lo general, en las prisiones tienes que almacenar el agua en cubetas y entonces bañarte. La mayoría de los presos no tienen una; tienen que pedirla prestada.
¿Tenía gua potable en la cantidad y calidad necesarias?
El agua que se toma en las prisiones no es potable. Los carceleros tienen afuera de los edificios unos tanques donde la acumulan para dársela cada cierto tiempo a los presos. Hay prisiones que ponen el agua una, dos, tres veces al día, según como esté el temperamento de la dirección. En otras no la ponen casi nunca, y hay otras donde tienen que llevar pipas. Pero toda el agua es estancada y bombeada a las celdas.
¿Les dan artículos de aseo a los reclusos en las prisiones?
No. El jabón de bañar lo pican en tres pedazos y lo reparten. Igual con el de lavar: lo pican a la mitad y te dan un pedacito para que laves. Si tienes suerte, te dan un tubo de pasta o un rollo de papel sanitario cada tres meses o más. Cuchillas de afeitar no dan sistemáticamente.
¿Les permiten usar ropa personal? ¿Les suministran ropa de cama limpia?
Cuando caes por primera vez te dan un shortcito y una camiseta sin mangas. Lo otro tienes que resolverlo a tu manera, comprarlo. En las prisiones hay muchos negocios. A cambio de cigarros, puedes conseguir un short, mandar a arreglar un pantalón, una camisa. Pero eso está dentro del círculo de los presos. Es la manera en que se consigue la ropa.
Si tienes suerte, te dan una sábana. Puedes decirle a tu familia que te traiga una de tu casa y con eso vas tirando. Pero nadie te las lava. Todo lo tienes que resolver tú, incluido lavar, aunque no haya condiciones. Uno tiende en el mismo pasillo, casi siempre buscándose problemas con la policía, porque ellos creen que no tienes derecho a lavar tu ropa.
¿Cómo es la comida?
En las prisiones cubanas no existe comida de calidad ni contenedores limpios. Había que ver cómo se repartía la comida, en cubetas que daban asco o en un pedazo de cartón, arriba de una carretilla. En los años 80 y 90 muchos presos murieron [por mala alimentación]. A otros los liberaron porque se quedaban ciegos o el cuerpo se les jodía. Entonces los soltaban. En el Combinado del Este supe de muchos que murieron por el beriberi (falta de vitamina B1).
La alimentación es parecida en todas las prisiones. En la mayoría, sancochan una vianda y con eso sacan dos “platos”: la vianda hervida y esa agua que te dan como sopa. De arroz casi siempre te dan una copita de 30 gramos, que es poquito. Los “platos fuertes” son cosas que horrorizan. Una masa de pan a la que echan algún condimento y las ponen a coger sol en unos zincs. A veces te dan sardinas, pero en un caldo incomible. Igual pasa con los chícharos. El huevo es lo único que no es un invento. Cuando la prisión no está dominada por los presos y el guardia no es corrupto, te lo dan entero. En otras, el preso a cargo y el reeducador te dan una mitad como plato fuerte y la otra te la venden. Toda esta corrupción existe allá dentro.
¿Los médicos realizan inspecciones respecto a la higiene y la alimentación?
Sistemáticamente, no. Si un día el jefe de unidad o del edificio quiere pasar, mandan a los presos a limpiar las compañías y celdas. Pero las inspecciones médicas no son constantes. La mayoría de las compañías y celdas tienen poca luz o ninguna. Si alguna tiene un bombillo, es resuelto por los mismos presos. Ducha, tuberías, lavamanos…, eso no existe en las prisiones por las que yo pasé. Mientras estás haciendo tus necesidades, los otros presos te están viendo.
Lo que sí tienen programado cada mañana es la parte política. Hay presos encargados de hacer poemas a favor de la Revolución y en contra de los activistas de los derechos humanos, del imperialismo.
¿Cree que las administraciones carcelarias tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y en libertad, o las sanciones disciplinarias?
No hay intención de mejorarle la vida al preso, sino de perjudicarla. Si uno tiene unas palabras de discusión con un guardia, te fabrican causas adicionales, te llevan a consejo disciplinario y te sancionan. Te agregan cinco y diez años de condena, por “desacato”, “atentado” o “resistencia”. Conocí a muchachos que fueron por seis o siete años y ya tenían hasta 48 años echados por estos motivos. Cuando ves eso, el discurso que ellos pregonan cuando te rebajan dos meses o te dan la condicional queda en segundo plano.
En el Combinado del Este, en el Edificio 1, muchos presos están cumpliendo años adicionales por culpa de oficiales que les crean conflictos. Por ejemplo, el mayor Leonelvis Hardy Baro, jefe de unidad del Edificio 1; el jefe de colectivo, Yorgenis Vicet Robert; o el jefe de Tratamiento Educativo, Andris Urgellés Cueto, quien supuestamente debía educar a los presos. Cualquier oficial de esos debería estar preso, pero están por encima de la ley.
Muchas veces, las infracciones son cometidas o fabricadas por la policía, para sancionar al recluso. Los presos políticos son los que más pasan por esto. A inicios de diciembre de 2022, a mí se me metió en la celda un grupo de oficiales matones a requisarme. Me ligaron el azúcar, la leche en polvo y otros alimentos que tenía. Al ver eso quieres quejarte, pero si lo haces entonces pueden sancionarte. A Brenda Díaz le quitaron todas sus cosas. Después de quejarse, fue a juicio por una acusación de “atentado y desacato”. Ellos saben que pueden hacer con el recluso lo que les da la gana. Y eso es lo que está pasando con los más de 1000 presos políticos que hay en las cárceles cubanas.
¿Estuvo usted o algún recluso de su entorno incomunicado o vigilado?
En 1981, en la prisión de La Cabaña, estuve metido con otro recluso durante 42 días en una celda que le decían “ratonera”, donde no cabe un hombre acostado derecho. Ahí pasé el frío más grande de mi vida, porque era diciembre. De ahí me sacaron para una celda de aislamiento. En el 2005, cuando llegué a la prisión de Agüica, en Matanzas, me vistieron de preso a la fuerza y cuando me negué a poner las manos detrás, me esposaron con una técnica que le dicen “la guagua”: con las manos detrás, esposado a una reja de cabillas. Ahí estuve desde las dos de la tarde hasta entrada la noche. Son cosas que no se olvidan y que me han traído problemas de cervical que persisten (junto a golpes y luxaciones).
Cuando me detuvieron en 2022, me llevaron inicialmente para Villa Marista. Allí hice una huelga de hambre de 28 días porque me acusaron de pagar a gente en Cuba para quemar contenedores y poner carteles, y eso era mentira. Cuando me llevaron para el Combinado, me metieron en una celda de castigo. Los presos del pasillo y los guardias decían que me habían puesto una radioescucha dentro. Una cámara en el pasillo veía todo. No sé si en el baño tenían una cámara; lo más seguro es que sí. A esa zona le decían “la incrementada”. Allí conocí a algunos amigos presos por problemas políticos, como Yuri Almenares, a quien le dieron golpizas y lo mandaron a celda de castigo por ser homosexual.
Otro caso es el de F. L. Díaz García [Brenda Díaz], a quien le prohibieron actitudes femeninas y le decomisaron sus pertenencias de mujer. También le caían a golpes por su sexualidad. Recibió torturas y golpizas, y las está recibiendo ahora. A casi todos los muchachos del 11J los están torturando y haciéndolos pasar por momentos desagradables, de horror. Estamos hablando de personas inocentes, como yo, que no cometieron delitos. Torturas y malos tratos cometen los carceleros contra los reclusos todos los días, dirigidos por la Dirección de los penales y autorizados por la Seguridad del Estado. En última instancia, es responsable la dirección del país, que está gobernando a la fuerza.
¿Conoce a alguien más que haya recibido este tipo de trato en prisión?
Mario Alberto Hernández Leyva, de 54 años, que es una persona que ya pasó por varias prisiones políticas. Una vez fui a verlo a una prisión de Holguín porque lo habían dejado casi inválido. Todos los días lo colgaban de una cama con unas esposas porque no quería vestirse de preso ni ponerse las manos detrás. El único apoyo que tenía para pararse era la punta del pie. Como consecuencia, todos los tendones se le jodieron. Cuando fui a verlo, casi no podía caminar. Después lo liberaron y pudo recuperarse. Luego ha vuelto a ser detenido y enviado a la celda de castigo porque dicen ellos que se ha resistido a la detención, pero es mentira.
Antes de que un recluso sea sancionado con aislamiento o reducción de alimentos, ¿un médico certifica si puede soportarlo?
No. Esas son decisiones del penal. Si el médico interviene es para justificar ante cualquier jefe que venga a saber de esto, principalmente con los presos políticos, o cuando estás plantado en huelga de hambre y llevas muchos días. Pero es para poder decir “Nosotros intervinimos” si te pasa algo.
¿Usted tenía acceso a los documentos concernientes a su caso?
En el caso de nosotros, los presos políticos, eso no existe. En 2022 estuve sancionado a dos años pero me llegó una petición fiscal de siete y había otra en camino de 14 años por “atentado, desacato y resistencia”. Lo estaban haciendo como un método de chantaje para obligarme a abandonar el país. Todo eso lo manipula la policía, principalmente el Ministerio del Interior, con la dirección del país. Como en Cuba no hay ley, ellos son la ley.
¿Le entregaron una copia certificada cuando lo liberaron?
Las veces anteriores me daban un documento que explicaba por qué me liberaban. Pero esta última vez no me soltaron nunca para la calle. Me sacaron del Combinado del Este, me llevaron para el aeropuerto y de ahí me mandaron para Estados Unidos. Me dieron licencia extrapenal por enfermedad, pero eso fue una justificación.
¿Presentó usted o alguien que conociera alguna queja dentro de la prisión?
Presenté quejas y denuncias, no sólo a oficiales de las prisiones; también a Fiscalía militar, municipal y provincial, a la dirección de régimen, a organismos internacionales. A mí y a mi familia nos rompieron los huesos, nos hicieron horrores. Yo estuve dentro de una patrulla bajo el sol, por horas, como una forma de tortura. He recibido golpizas. Han simulado que me van a asesinar, con pistola, con policías prestados, con capucha en la cabeza. Todo ese tipo de horrores los he recibido yo, mi esposa, que es Dama de Blanco; mis hijos, hoy refugiados políticos en Estados Unidos; mis amigos del MONR. Todo eso se ha denunciado y hasta ahora nadie ha dado respuesta.
¿Se puede trabajar con remuneración en el penal?
Algunos presos trabajan como esclavos, porque no les pagan. A otros sí les pagan pero les descuentan el avituallamiento como si les dieran aseo de calidad, ropa, zapatos. Yo trabajé en algunas prisiones, chapeando caña. Estuve tres o cuatro meses y nunca recibí un centavo.
¿Pueden estudiar los reclusos ?
Muchas de las personas que quieren estudiar en prisión son escogidas por la policía. Es una manera de justificar que los reclusos estudian y se capacitan. Una o dos veces a la semana vienen maestros, que también son reclusos. En algunas prisiones, como el Combinado del Este, sí preparan a algunos presos como albañiles, plomeros…
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José Díaz Silva recuerda que durante los períodos que pasó en reclusión, la Seguridad del Estado solía amedrentar a sus familiares y allegados. Decidió aceptar el destierro para evitar nuevas condenas por causas fabricadas en su contra. Antes de ser liberado, corría el riesgo de estar en prisión hasta pasados los 80 años. Desde Estados Unidos, sigue ayudando a los que considera sus “hermanos y amigos” en las prisiones de la Isla. “Es una manera de seguir luchando por el pueblo de Cuba”, dice.
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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.