Entrevistas

Nancy L. Rodríguez: en las cárceles cubanas “no hay condiciones adecuadas”

Por Centro de Documentación de Prisiones Cubanas 

Nancy Lourdes Rodríguez Manso es una mujer mestiza camagüeyana de 43 años de edad.  En julio del 2003 fue detenida por la policía cubana, cuando se disponía a iniciar su carrera universitaria. Fue acusada formalmente de tráfico de estupefacientes debido a un gramo de crack que le fue encontrado durante una requisa. Este suceso marcó el inicio de su proceso judicial, que tuvo como consecuencia la imposición de una condena de siete años de prisión en las cárceles de mujeres Manto Negro, en La Habana, y Kilo 5 (Granja 5), en su provincia natal; así como el deterioro de su estado de salud y el fin de sus sueños universitarios. 

Este texto forma parte de una serie de entrevistas realizadas por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad en años recientes y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿Por qué motivo estuviste presa?

El padre de mis hijos y yo estábamos en un velorio. Había personas tomando y estábamos consumiendo algunas drogas, marihuana en este caso. Éramos jóvenes. Fuimos detenidos al salir de la casa. Nos ocuparon menos de un gramo de crack, no en mis manos, porque el guardia forcejeó conmigo y se cayó al piso. Nos llevaron para la unidad. Él (mi novio) estuvo siete días en una unidad y yo 22 días en otra, en Zanja, en La Habana. Yo me había matriculado en la Universidad de La Habana, en Electrónica. Eso fue en julio, yo estaba esperando a septiembre para empezar. 

De ahí me llevaron para la prisión Manto Negro, en La Habana. Estuve casi un año esperando juicio. Estuve en el Destacamento 11, todo de mujeres. Le llamaban Plan Coraza porque era tapiado, en galeras de losas de 25 centímetros; tendría como 12 losas de largo y 6 de ancho, con una litera de tres camas. Estábamos cerradas completamente. No nos daban sol, televisor, nada. Solo un poco de agua sucia que entraba al pasillo.

¿Qué tiempo estuviste en prisión?

De julio de 2003 a octubre de 2007. Me dieron la libertad a los cuatro años y tres meses porque hice una carta al Consejo de Estado, que llevó personalmente mi suegra, y vinieron a entrevistarme a Granja 5. En esa carta me quejaba del Tribunal Provincial de La Habana, que me había denegado la libertad cinco veces, aunque siempre había mantenido buena conducta y estado integrada a los estudios, al trabajo.

En la entrevista que me hicieron las personas del Consejo de Estado, La Mayor de la unidad, Noris Llosa, pidió que me repitieran la solicitud de libertad, que se iba para La Habana firmada por ella. Ella sabía de mi conducta, de cómo yo trabajaba, estudiaba. No manteníamos una amistad, pero sí había un respeto mutuo. Y sabía de mi condición de embarazada.

¿Respetaron tus derechos como reclusa en la prisión?

A mí me pusieron como jefa de emulación en el destacamento. Un día fueron varias personas, no recuerdo los grados. Eran de 15 y K, [donde está] el órgano de prisiones, y quizás de otras instituciones cubanas. En esa reunión, solo podíamos participar las que pertenecíamos al Consejo del Destacamento. La presidenta de mi Destacamento dijo que, a pesar de donde estábamos, todo estaba bien. Yo hablé de segunda. Dije que no estaba de acuerdo con eso. 

Planteé las necesidades que estábamos pasando: que no teníamos derechos, que no teníamos derechos a las escuelas que el Comandante había creado en las prisiones, ni a tomar el sol, ni a ver televisión; que estábamos tapiadas, que las tuberías parecían estar filtradas por aguas albañales y el agua llegaba con un olor horrible. Había que filtrarla, esperar a que botara mucha agua para que saliera más clara y en mejores condiciones. Por eso yo llegué a coger Necator americanus, un parásito que pude tratar porque me regalaron los medicamentos. Otra muchacha, que hoy penosamente ya no está, murió.

Quería que las demás mujeres tuvieran una mejor vida. A mí no me habían celebrado el juicio todavía. Esa misma noche vino la guardia y dijo que lo tenía para las 12 del día siguiente. Ni yo ni mi familia tuvimos previo aviso. Parece que no les gustó lo que yo dije y lo programaron de un momento para otro. Me sancionaron a siete años, sin nada, solo con lo que estaba alegando el guardia. Me pusieron tráfico de drogas, pero yo nunca en la vida trafiqué. Era joven, consumía cualquier cosa. A mí no me gusta el alcohol ni nada. Me gustaba fumar marihuana. Ese día traíamos esas piedras, pero no era que las consumiera a diario. No era una adicta y mucho menos una traficante.

¿Crees que los centros penitenciarios cubanos están acordes a la edad, el género y el estado del proceso penal de los reclusos?

No lo creo. No hay condiciones adecuadas. Los baños a veces no tienen tazas sanitarias; tienen un hueco al que le llaman “polaco”. Los colchones son muy finitos; yo salí con muchos dolores en las caderas.

En las prisiones donde estuviste, ¿con cuántas personas conviviste en la celda?, ¿qué espacio tenía?, ¿cuántos baños?

En Manto Negro, con mil y pico de mujeres. En Granja 5, con 300, quizás un poco más. Yo estaba en un destacamento de 100 mujeres, aproximadamente. Cada galera era de una litera de tres mujeres, muy pequeña, como de 2×3 metros. Había un baño, pegado a la cama, sin puerta, sin independencia, sin privacidad, y un tanque para acumular agua.

¿Te sentiste discriminada en algún momento?

En esa reunión, cuando comenté todo lo que no estaba acorde a los derechos de las reclusas, me sentí discriminada, porque me quitaron mis dos meses de rebaja sin yo haber cometido ninguna indisciplina.

¿Según tu percepción, el tratamiento a los prisioneros cambia de acuerdo a algún criterio? 

El tratamiento es igual para [todos] los regímenes. Son distintos regímenes: severo, media severidad, mínima. Van progresando y es igual para todos. Quizás algunos tengan un poco más de afinidad con algún guardia, pero es el mismo tratamiento para todos.

¿Conviviste con alguien que tuviera alguna discapacidad en la prisión?

Sí. Una señora mayor que tenía cáncer en el interior convivía conmigo en la galera. A ella empezaron a pudrírsele sus partes internas. La sacaron cuando ya estaba en fase terminal. Se le mezclaban las heces fecales con la vagina. Era muy desagradable. La señora empezó a perder mucho peso. Nos quejábamos. Nosotras mismas teníamos que lavarle las sábanas y atenderla, limpiarla, cuidarla, hasta que se la llevaron para un llamado Hospitalito que había en Manto Negro. Pero convivió con nosotros en ese estado muchos meses.

¿Esa señora tuvo tratamiento por parte del ginecólogo cuando se sentía mal?

Sí. La sacaban a ver al médico, pero la regresaban a la galera. No tuvo una atención diferenciada. Nosotras nunca sabíamos los resultados de las pruebas. Lo único que sabíamos era que teníamos que ayudarla.

¿Tenías acceso a servicios de salud mental en la prisión? 

No. Tú podías solicitar al psiquiatra, pero era más de lo mismo. Te consultaba, te mandaba algún tratamiento y volvías para la galera. No había una terapia ni esas cosas.

¿Con qué frecuencia podías acceder a los servicios médicos generales?

Cuando los solicitabas, tenías que esperar que te tocara tu turno. Podía ser una semana, algo así. El dentista era por urgencia, si te dolía mucho una muela. Para hacer un chequeo, por ejemplo, no era fácil; ni la limpieza, ni nada de eso.

¿Era satisfactorio el acceso a los medicamentos?

Ahí dentro te daban las medicinas que te recetaba el médico. Cuando yo estuve, no había déficit de medicamentos. Ahora sí lo hay. Tengo a un amigo en estos momentos en el hospital Amalia, de Camagüey, en la sala para reclusos, con un trombo en una pierna y hay déficit de warfarina.

¿Había instalaciones especiales para el cuidado de las reclusas embarazadas?

Existe el área materna, que está compuesta por cuatro o seis cuartos, no recuerdo bien. Tienen dos camas y dos cunas. Es como un cuarto pequeño de 4 x 4 metros, con el bañito ahí dentro, al lado de la puerta. En mi caso eran dos camas y una cuna, porque éramos una parida y una embarazada las que teníamos que convivir juntas.

¿Cómo era el acceso de las prisioneras embarazadas a la atención médica?

Cuando quedé embarazada, venía a verme la ginecóloga cada dos o tres meses, más o menos. No era constante. Me indicaba los análisis, la revisión. El área materna estaba al lado del área de enfermería, así que cuando tenía turno con la doctora, la guardia me llevaba con ella. Cuando tenía turnos fuera de la unidad, me llevaban en un carro-jaula, ya fuera para el hospital de Maternidad o el Amalia, que era para hacer análisis.

¿Cómo es el tratamiento a los niños nacidos en prisión?

Yo estuve muy pocos días, pero había madres que tenían que entregar el bebé a su mamá u otro familiar cuando cumplía un año. Si no, tenían que mandarlo para una escuela de niños sin amparo hasta que les llegara la libertad. En mi caso fue un mes y pico nada más. 

¿Cómo es la alimentación de las madres y los bebés no lactantes en la cárcel?

Tienen la misma alimentación que las demás reclusas. Yo reclamé y entonces fue que empezaron a darme un poquito de proteína: un huevo hervido, algún pollito. Pero mientras no lo hice, fue la misma alimentación. Nuestros familiares eran los que nos llevaban jabas en las visitas y nos reforzaban la comida.

¿Podías estudiar dentro de la prisión?

Existe la posibilidad de que el recluso estudie lo que desee: secundaria, pre, universidad. Los profesores van a los centros penitenciarios un día a la semana, según el programa de estudio. Te dan las clases y ya luego te puedes graduar ahí mismo y te dan el certificado. Yo estudié cosas de Recursos Humanos y Secretariado. 

¿Disponen los penales por donde transitaste de condiciones adecuadas de higiene, iluminación y ventilación? 

En Granja 5 las galeras están bien ventiladas, pero en Manto Negro no. Allí eran de 2×6 metros, con una litera de tres camas, los colchones bien finitos, de esponja o de guata. Detrás de la litera había un desagüe y un tanque de 55 galones con un hueco. En ese hueco había que hacer todas las necesidades fisiológicas, bañarse y tratar de mantenerlo limpio, porque teníamos la cabeza prácticamente en el baño.

En Camagüey las galeras eran más grandes. Estaban compuestas por diez literas aproximadamente, con espacios de más o menos un metro de frente y a los lados. Había muchas rejas y cenefas. Estaban bien ventiladas. La iluminación nunca estuvo apagada.

¿Cómo eran los baños?

No tienes ducha, solo es un tubo o una llave por donde sale el agua, siempre fría. En algunos lugares, una o dos tazas de baño, según la cantidad de personas en la galera.

¿Estuviste o estuvo alguna reclusa de tu entorno sometida a incomunicación, segregación, vigilancia especial o semi aislamiento?

Yo no estuve nunca en aislamiento, pero sí vi a muchas mujeres que la sancionaban a celdas de castigo. Tuve una amiga, Tamara, que me confiaba todo. Ella era homosexual, autoagresora, tenía problemas de los nervios. Un día tuvo una pelea con su pareja y la dirección del penal ordenó que la metieran en la celda de castigo. Ella fue corriendo hasta donde yo estaba y me pidió que hablara para que no lo hicieran, porque se iba a ahorcar. No aguantaba más una celda de castigo. Había ido muchas veces. Hablé con la de Orden Interior pero aún así la llevaron para la celda. Amaneció ahorcada.

¿Las reclusas pueden ser sancionadas por infracciones internas dentro sin tener antes derecho a defenderse?

En ese caso tengo a un amigo ahora mismo. Él está en la prisión de hombres. Vende cigarros. En una requisa le encontraron un billete falso de mil pesos. Hay un muchacho que dijo que otro hombre le había dado ese billete para que le comprara cigarros, y que mi amigo le había devuelto el cambio en moneda nacional. Aunque está el testigo, la dirección de la prisión decidió elevar el caso a los tribunales de Camagüey, sin derecho a defenderse. Ya quedó concluso para sentencia. Le piden siete años y no le dan derecho a defenderse. 

¿Te colocaron alguna vez esposas, cadenas, grilletes o camisas de fuerza?

A mí me colocaron esposas y me llevaron al calabozo. No entiendo por qué. No sé con qué fin lo hicieron. Yo entiendo que eso se puede hacer con una persona de alta peligrosidad, pero no con cualquiera. Y a mí me las pusieron.

¿Recibieron tú o tus compañeras algún trato hostil por parte de los oficiales de la prisión?

En algunas ocasiones. Estando yo con el niño, recién parida, había una guardia que entraba y tiraba las rejas del área de enfermería. Yo vivía al lado, en un cuarto del área materna. Le pedí que la cerrara, que no la tirara, porque el niño se despertaba. Ella me faltó el respeto. Yo también le dije muchas cosas, siempre con ética y respeto. Al punto que la Mayor vino a entrevistarla y tomó medida con ella porque entendió que yo tenía la razón.

¿Se te brindó la posibilidad de trabajar en el penal?

Sí. Estuve trabajando, limpiando y guataqueando el área de sol. Era una opción, cuando estaba libre. Si no, tenías que hacer otra cosa, o no hacer nada.

¿Recibían pago por ese trabajo?

No

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Nancy Lourdes fue liberada cuando su bebé tenía un mes y diez días de nacido, luego de ser testigo de torturas y muertes en prisión. Asocia su libertad con una carta que escribió al Consejo de Estado. Sin embargo, de ser esto cierto, su caso sería atípico, ya que, por lo general, las peticiones de libertad condicional y licencia extrapenal son denegadas por las instituciones jurídicas u obstaculizadas por funcionarios de las prisiones. Por ejemplo: según un subregistro del CDPC, en 2023 se les negó un cambio de medida a al menos 19 reclusos con problemas de salud. 

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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba.

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