Entrevistas

Ariel Ruiz Urquiola: “la prisión es un mecanismo para reducir a la persona, no para reivindicarla”

Por: Leonardo Fernández Otaño

Ariel Ruiz Urquiola es un biólogo conservacionista cubano, conocido por su incidencia en el ámbito académico y cívico en contra del régimen de La Habana, a favor del respeto al medio ambiente y los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

Su nombre cobró relevancia pública en 2016, cuando fue detenido varias veces por iniciar una huelga de hambre y sed frente al Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), en la capital cubana, para reclamar que su hermana, la profesora Omara Ruiz Urquiola, recibiera el tratamiento que necesitaba como paciente de cáncer. 

Luego, en 2018, volvió a ocupar titulares cuando fue detenido en su casa, ubicada en las montañas de Viñales, Pinar del Río, por tener un altercado verbal con funcionarios rurales, tras lo cual fue juzgado arbitrariamente por desacato y condenado a un año de cárcel, parte del cual cumplió en su casa por cuestiones de salud. 

El 11 de mayo de 2019, ya fuera de prisión, Ariel Ruiz Urquiola participó en la primera marcha cubana independiente a favor de los derechos de las personas LGBTIQ+, más conocida como 11-M, que terminó con un amplio despliegue represivo por parte de agentes policiales y de la Seguridad del Estado. Entre las fotos más recordadas del incidente hay una de Ruiz Urquiola quien, entre gritos de protesta, es cargado por varios agentes vestidos de civil como parte de una detención forzosa. 

A mediados de 2022, ya exiliado, Ruiz Urquiola volvió a ser noticia por realizar una huelga de hambre y sed, esta vez frente a la sede de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en Ginebra, Suiza, para denunciar la decisión del régimen cubano de no permitir el regreso a la Isla de su hermana, quien se encontraba en Estados Unidos recibiendo un tratamiento oncológico que le había sido negado arbitrariamente en Cuba. Casi dos años después, Omara sigue sin poder regresar a su país, como otros tantos intelectuales, artistas, opositores y periodistas independientes cubanos. 

Desde el exilio, donde sigue viviendo, Ariel Ruiz Urquiola responde algunas preguntas del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC) como parte de una serie de entrevistas para documentar la experiencia de personas que han sido privadas de su libertad y contrarrestar la información oficial sobre la vida en las prisiones de la Isla.

¿Cuándo diría que empezaron sus problemas con el régimen cubano?

Primero tengo que mencionar que soy hijo de un político militar que cumplió una condena de 20 años en las prisiones de Cuba. También puedo destacar que a raíz del secuestro de la Lancha de Regla, en 2003, cuando Fidel Castro llamó a los intelectuales cubanos a convencer a sus homólogos en el resto del mundo de su decisión de asesinar a los tres muchachos que cometieron el delito, yo fui la única persona de la Universidad de La Habana que no firmó ese documento, porque no iba a ser cómplice de un asesinato. Me citaron para ir a recoger la baja al rectorado a la semana siguiente. Cuando fui, la secretaria del rector me dijo: “Has navegado con suerte, no vas a ser expulsado. Lo único que te pedimos es que trates de conducirte de la mejor manera porque estás en el foco de atención de la Seguridad del Estado”. 

Y luego estaba mi trabajo como biólogo conservacionista. En aquella época había una fuerte campaña internacional de Cuba para defender su derecho a explotar las tortugas marinas, particularmente los careyes, para vender las conchas a Japón, algo por lo cual el “desgobierno” cubano recibía millones de dólares anuales. Cuba argumentaba a través de sus investigadores del Ministerio de la Pesca y la Universidad de La Habana que esas tortugas eran nacidas en playas cubanas y que, por tanto, tenía derecho a usar ese recurso en función de obtener dividendos para suministrar leche y alimentos a los niños, las mujeres embarazadas y los adultos mayores de las zonas de pesca. Sin embargo, los resultados de mi investigación como genetista mostraron que más de un 74% de las tortugas marinas que Cuba pescaba, particularmente los careyes, eran nacidas en playas de México, Puerto Rico y otras partes del Caribe. 

Rememoremos por qué le detuvieron en 2018.

Técnicamente, por decir “guardia rural”. Fui detenido inmediatamente después de confrontar a la “Guardia Rural” ―que pertenece al Ministerio del Interior y recibe el nombre de Guardia Forestal, pero es la Guardia Rural― mientras hacía una cerca viva para la cual tenía permiso. Le hago saber que yo estoy en mi finca, que son mis derechos y que tengo todos los permisos. Entonces utilizaron el que me hubiera referido a ellos como “guardia rural” para denunciarme. Unas horas después, sin ningún aviso previo ni nada, se aborda militarmente la zona montañosa donde yo vivo y sube una patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) a llevarme detenido sin ningún tipo de explicación. 

¿Qué pasó a continuación?

Me llevaron para la sede de la PNR en Viñales, supuestamente para entrevistarme por el proceso que habían abierto en mi contra. Sin embargo, cuando llegué allí vi que estaba totalmente detenido e incomunicado. No me permitieron hacer ninguna llamada para comunicar mi situación a nadie. La noticia llegó a mi familia a través de personas conocidas en el pueblo de Viñales que vieron cuando me llevaron. 

Allí me acusaron de delitos que supuestamente había cometido contra la “guardia rural”. Dije que no firmaba ningún documento e inicié una huelga de hambre y sed hasta que me llevaron a juicio, cinco días después. Un juicio para el que nunca me avisaron. Simplemente me sacaron a la fuerza de la celda en la que me encontraba y me llevaron al tribunal. Nunca tuve contacto previo con mi abogado ni nada. Ni siquiera sabía si mi familia estaba al tanto de la situación. 

¿Cómo fue el juicio?

Imagínate que el expediente, que mi hermana y el abogado pudieron ver minutos antes del juicio, era dedicado básicamente al caso de mi padre. Por eso digo que todo estaba concatenado. Al final, me condenaron a un año, la sanción más severa que se podía obtener por un proceso de desacato, sobre todo para una persona primaria, no reincidente. Por tanto, hubo un exceso a la hora de aplicar la medida en mi contra. 

Después del juicio me llevaron al calabozo de la sede provincial de la PNR de Pinar del Río. Aunque ya había sido sentenciado, estuve allí otra semana, más o menos. Entonces me trasladaron al Centro Penitenciario Kilo 5 y Medio, inicialmente al Depósito. Allí estuve aproximadamente dos semanas, hasta que me pasaron a la compañía, ubicada en el área 2, donde esperé la comunicación respecto a la apelación que había hecho mi familia. Cuando el Tribunal Provincial rechazó el recurso de apelación, me enviaron al campamento de mínimo rigor Cayo Largo, en el municipio Consolación del Sur.

¿A qué distancia de su domicilio se encontraban Kilo 5 y Medio, aproximadamente?

No creo que sean más de 40, 50 kilómetros. El campamento de Cayo Largo sí estaba a unos 100 kilómetros, aproximadamente. Eran los más próximos a mi domicilio, pero no los más cercanos para mi familia, radicada en La Habana.

¿Cuánto tiempo estuvo preso en total?

Dos meses. El resto del año estuve bajo licencia extrapenal por condiciones de salud.

¿Le facilitaron el Reglamento de Prisiones u otros textos sobre los derechos de las personas reclusas?

Tuve acceso a ellos, pero porque el periodista independiente Boris González Arenas me hizo llegar el Reglamento de Prisiones, firmado por el entonces Ministro del Interior, Julio César Gandarilla. Imagínate la influencia que eso tuvo dentro de la prisión de Kilo 5 y Medio que fui objeto de un abuso físico para quitármelo. Desde entonces se le prohibió a los reclusos. Yo lo había usado para ver los derechos que teníamos y las sentencias excesivas que se habían dictado. Todos los delitos que yo pude tipificar en mi compañía habían sido castigados con medidas judiciales excesivas.

¿Fue interrogado en prisión por agentes de la Seguridad del Estado?

Solamente tuve un interrogatorio el día que me detuvieron, que terminó en horas de la madrugada. Luego intentaron interrogarme [el 11 de mayo de 2019, ya fuera de la prisión] tras la primera gran manifestación cívica del pueblo cubano después de 1959, que fue por los derechos de la comunidad gay en Cuba, pero fue un aborto inmediato. Yo nunca he dialogado con la policía política.

¿Cómo eran las condiciones del penal?

Lo más impactante eran las condiciones de los calabozos. Allí compartes habitación con varios reos. El baño es público, es decir, todos veían a los demás defecar, orinar, bañarse. Yo no tenía chancletas, así que para bañarme tenía que poner mis pies en el mismo baño turco donde defecas. 

En el caso de la prisión había inodoros, pero funcionaba solo uno, y ese era para prácticamente 90 hombres. Lo mismo con las duchas. Podrás imaginar las condiciones. Y eso sin contar con que tenías que almacenar el agua de tomar y de bañarte, que venía de presas, sin tratar. Cuando estuve en el campamento de Cayo Largo del Sur había baños turcos, no inodoros. Podía haber seis, pero solo funcionaban dos.

Dice que el agua no era tratada…

No, era lodosa, roja, llena de sedimentos. Tampoco era constante. Sólo la ponían una hora por la mañana y una hora por la tarde noche. Los reclusos ponían un pullover alrededor de la manguera para contener un poco el lodo. Así iban llenando las tanquetas, los que tenían. Conmigo siempre la compartían porque yo no tenía acceso a nada. Mi familia no había podido llevarme ni ropa interior. 

¿Son frecuentes las enfermedades de tipo diarreicas?

Muy frecuentes. El hedor que salía de allí era horrible.

¿Cuánto medía el espacio donde vivía?

En Kilo 5 y Medio era reducido: menos de 100 metros cuadrados para 90 hombres. Las literas tenían tres pisos. Para llegar al último, que era donde yo estaba, justo pegado al techo, tenías que entrar en posición horizontal. Las ventanas eran huecos hechos con los mismos bloques.

¿Tenían colchones las literas?

Sí, de guata, con muchos chinches, sin contar los mosquitos, la peste, las moscas, las ratas, las cucarachas. Pero lo más impactante eran las ratas y los chinches.

¿Le dieron artículos de aseo para la salud y la higiene?

Todos los presos tienen una visita que se llama “de aseo”, que es la primera. Pero yo estuve los primeros cinco días en el calabozo de Viñales y otros cinco o diez días en el calabozo de la prisión provincial, y durante todo ese tiempo no tuve pasta dental, ni cepillo, ni jabón, ni calzoncillos, ni medias, ni otras ropas, salvo con la que fui detenido. Lo que sí recibí fue un uniforme, pero ni pullover ni nada. Eso me lo dieron algunos reos. Imagínate con una sola camisa y un solo pantalón, sin ropa interior, qué peste podría coger todo eso.

¿Qué hay de la comida?

Putrefacta en gran medida. Había un día a la semana que daban un pedacito de pollo, podrido. Había un día que daban huevo. Te podías encontrar un huevo clueco cocinado y, si te tocó, te jodiste. Había presos que nunca iban al comedor. No era mi caso. Yo tenía que comer lo que daban allí. El arroz estaba sin escoger, lleno de gusanos. En el agua de frijoles o chícharos podías ver moscas, pero tenías que apartarlas y comerte aquello. No tenías otra opción. Eran porciones extremadamente pequeñas. También había que comer en un tiempo limitado, si no, te quitaban la bandeja. Incluso si alguien quería dejarnos comida tenía que ser extremadamente rápido, porque no daba tiempo. 

¿Cuáles eran los horarios de alimentación? 

Eran irregulares. El desayuno era sobre las cinco de la mañana: normalmente agua con azúcar, algunas veces un pedacito de pan. El almuerzo era a las nueve o diez de la mañana y la cena a la una o las dos de la tarde, lo que sería el horario normal de un almuerzo en Cuba. 

¿Los médicos inspeccionaban la calidad de la higiene y la alimentación?

Los reos no tenemos ninguna constancia de que eso sea monitoreado por ningún médico. En Kilo 5 y Medio, los mismos presos eran los que movían la comida y la transportaban en una carreta de tractor, todas aquellas tanquetas sin tapas, aunque estuviera lloviendo, no importaba, esa agua caía y formaba parte de la comida. Esa comida se depositaba en un área hasta que después se llevaba a la cocina, y aquella área estaba repleta de ratas. 

¿Puede describir la celda de castigo?

Mis celdas de castigo tenían menos de cuatro metros cuadrados, porque yo mido 1.80 y no cabía sobre la estructura de cama, que es de mampostería de concreto y puede tener o no colchón, depende del carcelero. Si te lo da, puede ser a las 12 de la noche y te lo retira a las cuatro o cinco de la mañana. En el caso mío, como castigo por haber iniciado una huelga de hambre y de sed, no tenía. 

Había una “guillotina” muy pequeña en el tope, que era por donde único entraba algo de luz y podía saber si era de día o de noche, así como un excusado con una llave de agua que no funcionaba y una botella de Tropicola metida dentro del hueco, para evitar que las ratas entraran. Aún así, ellas caminaban por encima de mí, miccionaban y defecaban en el mismo lugar donde yo estaba. El único espacio que tenía para respirar era menos de un centímetro, que era lo que quedaba entre el borde inferior de la puerta de reja tapiada y el piso de concreto.

¿Los oficiales de la prisión lo esposaron alguna vez?  

Todo reo que es sacado de la prisión, ya sea para ser trasladado a un campamento o al tribunal, es esposado. Se le pone una shakira: unas esposas en las manos y los pies conectadas por una cadena. Cuando fui a firmar la sentencia en el Tribunal Provincial de Pinar del Río fue así. Y cuando estuve en huelga de hambre y de sed, también. 

Hubo un momento en que el mayor Tito, el jefe de la policía política en la sala K del penal, trató de ayudarme a trasladarme de la habitación donde estaba a la consulta de los médicos, pero le quité la mano con desprecio, por lo que ordenó encadenarme al equipo de sueros que me habían puesto sin consultar. Yo trataba de caminar con el equipo de suero pero tropecé, porque estaba débil, había perdido muchos kilogramos, y me caí. Entonces el doctor Valiente sale corriendo de la consulta y le grita: “aquí el jefe de la sala soy yo, y te ordeno que desencadenes a ese muchacho”. Fue entonces que el mayor Tito ordenó desencadenarme. 

¿Se sintió discriminado de alguna manera durante su tiempo en prisión?

Fui discriminado ideológicamente y por mi orientación sexual. Esto último a mí no me lacera. Sin embargo, sí trataron de usarlo para ridiculizarme en una compañía de hombres donde los homosexuales que son penetrados son llamados “mujeres” o “madrinas” y los homosexuales que penetran “bugarrones” u “hombres”.

¿Cómo era la convivencia entre reclusos?

Estábamos todos mezclados. Podía haber un prisionero primario como yo, de causa absolutamente de conciencia, y estar en una misma galera con un hombre que había recibido una condena de 35 años por asesinar a otros hombres o por violar a una niña o un niño, lo cual es un problema grave. Había presos que tenían garfios para matar a otros dentro de la galera. 

Según su percepción, ¿hay prisioneros que reciben mejores tratos que otros?

Sin lugar a dudas. Los servicios de comida, barbería, limpieza de áreas verdes, son muy cotizados, porque implica que puedes estar fuera de la compañía o de las galeras y, por tanto, puedes comer, tener contacto con gente en la calle, traficar con cigarros, que es el dinero dentro de la prisión. Pero también son una carta de triunfo para manejar a los reos, particularmente en contra de los disidentes y de los prisioneros políticos. 

Independientemente de que está el “mandante”, que normalmente es un prisionero con una condena alta, de porte físico bastante imponente, que es el que hace el papel de la policía dentro de la galera. Ellos lo escogen y él trabaja para ellos.

¿Convivió con alguien que tuviera alguna discapacidad o necesidad especial? 

Con discapacidades, no. Pero dentro de la prisión donde yo estaba, y creo que es un patrón común a todas las prisiones, hay un grupo de reos que tienen afectaciones psicológicas y que se vuelven  adictos a determinados medicamentos. Eso lo saben los del sistema de salud pública que atienden las prisiones. Esos reos están constantemente fingiendo vómitos, náuseas, desequilibrios mentales, etcétera, para ser conducidos a la sala de atención, porque allí están con menos presiones, las habitaciones están iluminadas, tienen menos rigor y son atendidos, aunque tengo entendido por ellos mismos que muchos son inyectados con agua, básicamente.  

¿Supo de alguna muerte o intento de suicidio bajo custodia del Estado?

Sí, supe de intentos de suicidio. 

¿Cómo era la atención médica en general?

Lo que se le hace a todos los reos, por lo menos en mi experiencia, es un control de VIH. Algunos reclusos han sido infectados por otros a través de violencia física o sexual. Entonces, si alguien es positivo, es llevado a una compañía donde sólo hay personas con VIH. Fuera de eso, no se brinda ningún tipo de prevención, ni bucal ni de ninguna otra parte del cuerpo. Los reos tenían muy poco acceso a médicos de rigor, aunque en mi caso sí hubo una especial atención a raíz de mi huelga de hambre y de sed. Todos los días iban a verme médicos, aunque yo no me dejaba tocar. 

¿Había algún psiquiatra en el penal?

A mí me atendió el psiquiatra de las prisiones provinciales de Pinar del Río a partir del quinto día de mi huelga de hambre y sed. Tuvo un trato honesto y profesional conmigo, no puedo decir otra cosa. Él fue quien me dijo: “te informo que vas a ser transferido por orden mía al hospital. Sé que no lo has pedido, pero yo no me voy a responsabilizar con tu caso”.  

¿Cómo era el acceso a los medicamentos en los penales?

En el caso mío no hubo ninguna medicación. Pero en general, todos se quejaban. Yo atendí a un muchacho, que tenía una condena por supuesto tráfico de personas, que sufría de un problema de alergia brutal en la piel. Todos los días sus sábanas estaban manchadas de sangre, al igual que su ropa, por la cantidad de sangre que drenaba de una serie de granulaciones y ampollas en toda su espalda. Le dije a la dirección de la prisión: “aquí tienen una persona que está absolutamente inmunodeprimida y que puede ser foco de una infección, de una septicemia, por la cantidad de secreciones que tiene su cuerpo”. Por insistencia mía, lo llevaron varias veces al Hospital Provincial. Supe que le hicieron biopsias, pero los resultados fueron cero. Cuando obtuve mi licencia extrapenal, su familia se acercó a mí para que yo hiciera activismo por su causa. Sin embargo, no funcionó. La familia fue amenazada por la policía política y dejó de visitarme.

¿Le ofrecieron la posibilidad de estudiar o trabajar en el penal?  

Ninguna. Yo tenía el nivel para impartir clases, porque soy Doctor en Ciencias Biológicas, pero nunca se me permitió trabajar, ni en la prisión ni en el campamento de estudio y trabajo. Todos los días salían las brigadas a trabajar en la agricultura, en la construcción o en lo que fuera, pero a mí nunca me lo permitieron.

¿Podía realizar ejercicios físicos al aire libre?

En Kilo 5 y Medio sólo había una hora en la que podías hacer ejercicio físico y llamar por teléfono, eso en el caso de que pudieras hablar, porque una hora no da para 99 hombres. Yo tenía que usar la tarjeta prepagada de un preso que llamaba y me daba el teléfono, pero no duraba más de un minuto y medio. Inmediatamente mis llamadas se caían. Llamé dos o tres veces en todo ese tiempo de reclusión.

¿Los reclusos que son acusados por cometer infracciones dentro del establecimiento tienen derecho a defenderse legalmente?

Sí, allí había un nivel de transferencia grande entre los abogados y los reclusos. Incluso se hablaba siempre de compra y venta de abogados. Te decían: “si quieres salir de esto busca a tal abogado, pero tienes que pagarle tanto por detrás del telón”. Había un nivel de corrupción brutal entre abogados y presos.

¿Tuvo acceso a los documentos concernientes a tu caso?

Solamente para firmar la ratificación de la condena y la licencia extrapenal.

¿Qué represalias sufrieron sus familiares?

Mi hermana fue expulsada de la Universidad de La Habana. Respecto a mi madre, nos mataron ganado, destruyeron cultivos, hicieron amenazas, ese tipo de cosas. 

¿Cree que las autoridades penitenciarias cubanas tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y en libertad para los reclusos, como dicta el derecho internacional?

No, porque la prisión es un mecanismo para reducir a la persona, no para reivindicarla.

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Esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas fue publicada originalmente en Diario de Cuba

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